UNA EXCURSIÓN SENCILLA
El ascenso a la Laguna Negra, pese a un suave desnivel, resulta de lo más sencillo: poco más de dos kilómetros (desde el parking grande) entre frondosos bosques de hayas, álamos y chopos, donde se esconden zorros y comadrejas, corzos y jabalíes. Todo perfectamente señalizado, preparando la vista para lo que se encuentra al llegar al final del trayecto en el que tardamos apenas un par de horas. Es ideal para hacer con niños.
Allí, bordeado por infinitos pinares y cerrada por farallones de granito que se desploman sobre las aguas, aparece la Laguna Negra, con su aspecto tétrico y oscuro. Y según la estación del año, tendrá unos añadidos u otros: los hielos y carámbanos del invierno, las sonoras cascadas primaverales, el gorro de niebla del otoño o el verdor eléctrico de un estío que siempre resultará fresco.
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