1. Una visita al castillo
Es la razón de ser de Edimburgo, imprescindible para entender su historia. Erigido sobre un cerro rocoso y con asombrosas vistas (especialmente desde la Batería de Argyle) este monumento se cuenta entre las atracciones más populares de Escocia. Hay que dedicar un par de horas a su visita, y un rato especial a las Joyas de la Corona, ocultas en una cámara acorazada: una corona, una espada y un cetro, que son los emblemas de la realeza más antiguos de Europa y que se exhiben junto a la Piedra del Destino. Tampoco hay que perderse los sótanos del castillo que fueron utilizados como prisión, ni la diminuta capilla de St. Margaret. Al lado, si se presta atención, se podrá descubrir una curiosidad: el cementerio para los perros de los soldados.
Si coincide la visita con las 13 horas asistiréis al one o’clock gun, un pequeño sobresalto a modo de cañonazo que tiene lugar todos los días excepto los domingos.
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