IMPRESCINDIBLES
La mejor forma de descubrir los tesoros que guarda Dubrovnik es paseando. Recorrer sus murallas a lo largo de sus dos kilómetros transitables, entrar en la iglesia de San Blas (patrono de la ciudad), admirar el palacio de la Rectoría, atravesar la Stradun –la ancha avenida enlucida de mármol que secciona en dos el casco antiguo– , en cuyos aledaños se ubican la fuente de Onofrio, el monasterio franciscano, que guarda una de las boticas más antiguas del mundo (1317), la columna Orlando o el Palacio Sponza.
Ascender al monte Srd en funicular (dubrovnikcablecar.com) para disfrutar de las mejores vistas de la ciudad vieja, las aguas cristalinas del Adriático y las numerosas islas de alrededor.
Una excursión a Lokrum (en la imagen), una isla cubierta de bosques situada a apenas 600 metros del puerto viejo. Aquí no hay ni hoteles, ni edificios, solo un monasterio benedictino levantado por monjes horticultores en el siglo XII, un jardín botánico y calas con aguas cristalinas.
Los amantes del mar pueden optar también por hacer un crucero al atardecer y disfrutar de una romántica cena a bordo de un navío del siglo XVI.
Visitar alguno de sus museos, como el Marítimo, muy didáctico y entretenido, el museo Etnográfico Rupe o el Arqueológico, donde podrás explorar los orígenes de la ciudad.