Al príncipe de Gales se le veía feliz, mirando a la cámara mientras sostenía a su nieto George entre los brazos. Todo parecía tranquilo y pacífico en este posado institucional dominado por las sonrisas y la armonía familiar. Pero, según hemos sabido casi dos años después, la intrahistoria de aquellas instantáneas nada tiene que ver con lo que se nos mostró en su momento