Un enclave idílico aferrado a la ladera de una montaña donde olvidarse del estrés de la vida diaria limitándonos, simplemente, a contemplar el paisaje desde sus jardines, o a leer relajadamente en el sillón de uno de sus salones. El edificio, con una elegante fachada de piedra que sigue estando muy presente en su tentadora zona de spa, cuenta además con piscina exterior, pista de tenis y un restaurante con una amplia variedad de platos típicos de la zona donde la carne adquiere un gran protagonismo. Entre sus propuestas, choricillos de ciervo fritos o caldereta de gamo con setas de la zona. Todo elaborado, por supuesto, con el más exquisito aceite de oliva: el que tiene su origen en los olivos de Jaén.
La Iruela, un pueblo, un castillo y una garganta sorprendentes en Jaén