El idilio de Vigo Mortensen con el pueblo leonés de Valdeteja

Entre las estrechas hoces que el río Curueño dibuja en la Montaña Central Leonesa y los pueblos diminutos que están a sus orillas están las raíces familiares del Capitán Alatriste. Nos vamos de ruta a descubrirlas.

Por JAVIER PRIETO

Desde que el actor neoyorquino Viggo Mortensen paró por casualidad por el pequeño pueblo de Valdeteja, al río Curueño le ha nacido un hijo de armas tomar. Y una excusa para caminar por sus orillas: conocer los paisajes y los pueblos en los que pudiera haber nacido el personaje creado por Pérez-Reverte, Diego Alatriste y Tenorio, héroe y capitán de los Tercios de Flandes. Cuenta el actor encargado de darle vida en la película que lleva su nombre, que fue en el transcurso de la preparación del personaje cuando buscando escenario en el que pudo transcurrir la infancia y juventud del capitán, decidió que el lugar de nacimiento de este soldado español del siglo XVII bien pudiera ser alguna de las poblaciones que flanquean el discurrir del río Curueño.

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Todo sucedió por casualidad, tras un alto fortuito en el bar Anabel de esta pequeña localidad, en el que recaló una tarde de nevada invernal. Dice el actor que, observando la forma de hablar y sentir de los vecinos que allí estaban, estos parecían tener mucho en común con el personaje que se encontraba preparando. Así que, después de aquello, volvió por el bar un largo puñado de veces hasta convertirse en uno de sus visitantes más queridos. De hecho, un montón de fotos suyas dedicadas junto a la máquina del café evidencian el cariño que le ha cogido a la zona y, también, el que desde entonces le tienen sus vecinos.

Otra referencia literaria imprescindible del Curueño es la del escritor Julio Llamazares, que pasó en sus orillas muchos veranos de su infancia y lo recorrió de nuevo en 1981 para escribir después su memorable El río del olvido.

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EL RECORRIDO

La ruta por estos soberbios paisajes de evocaciones literarias arranca en La Vecilla, a 47 kilómetros de la capital leonesa. En primavera, la fuerza de los torrentes amplifica el espectáculo natural del río Curueño. Después de enfilar por la LE-321, hacia Valdepiélago y pasar esta población, el río va estrechando su pasillo para dar paso a unas hoces portentosas, las de Valdeteja, y deja ver una de sus más valiosas joyas patrimoniales, la calzada romana trazada para salvar el puerto de Vegarada y comunicar León y Asturias. Uno de los tramos más notables se localiza entre las localidades de Montuerto, que tiene un soberbio castillo, y Nocedo de Curueño, cuya cascada, señalizada junto a la carretera, es el primer alto de la ruta.

Un poco más adelante, resulta obligado el desvío hacia Valdorria, en lo alto de las hoces, y desde allí realizar el paseo a pie hasta la ermita de San Froilán, con inolvidables vistas. Son veinte minutos por un sendero que caracolea entre las peñas, hasta alcanzar el balcón en el que se encuentra la ermita. Aunque resulta imposible comprobarlo, dicen que son 365 los escalones tallados en la roca o construidos para acceder a ese apartado lugar del mundo en el que san Froilán se dio a la vida eremítica allá por el siglo IX.

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De vuelta al Curueño, aguardan después los distintos puentes trazados en origen por los romanos y luego estilizados durante la Edad Media. Hasta ocho quedan aún en pie, con ejemplos tan sobresalientes como el puente del Ahorcado o del Verdugo, el primero que encontramos en el viaje, a la altura del desvío a Valdeteja; el de Lugueros o los Cerulleda.

El recorrido continúa hasta lo alto del puerto de Vegarada, donde finaliza la carretera, pero sin obviar las desviaciones que, por una y otra orilla, alcanzan apartados pueblos de montaña, como Arintero, Redilluera o Llamazares. A un kilómetro de este último se localiza la cueva de Llamazares o de Coribos, en la que destaca la abundancia y rareza de sus formaciones coralíferas, nada usuales en una cueva de origen kárstico (cuevadellamazares.com).

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LOS SALTOS DEL RÍO FARO

Otro de los desvíos imprescindibles en este viaje es el que lleva a ir recorriendo a pie la colección de saltos, alguno de hasta siete metros, por los que el río Faro se descuelga desde su nacimiento hasta su encuentro con el Curueño. Este paseo señalizado, sin pérdida posible y asequible para hacer con niños, discurre por una pista de tierra que arranca en Redipuertas, donde se deja el coche, hasta la cascada de La Requejá. Son tres kilómetros que pueden hacerse en una hora. Si se quiere, es posible prolongar el paseo 900 metros más arriba hasta alcanzar los prados de Faro y la Majá de Sidón.

GUÍA PRÁCTICA

Dónde dormir y comer

En Ranedo de Curueño está el hotel rural El Canto del Gallo (elcantodelgallo.com), una construcción tradicional con jardín. En Redipuertas, el Aprisco es otra referencia gastronómica en la zona (tel. 987 74 31 86), donde sentarse a comer unas ricas patatas a la importancia. Otras apetecibles propuestas de la carta son las alubias blancas con codorniz escabechada, el bacalao a la riojana o el lechazo al horno y el cocido leonés.