Viena para 'foodies', en busca de clásicos y de novedades gastro

Porque la capital austriaca es música, es arte, historia y diseño. Pero más allá de Beethoven o Bach, de sus museos, galerías o de sus afamados mercados de Navidad, Viena es también gastronomía. Dispuestos a catar sus clásicos, pero también a conocer sus propuestas más vanguardistas, aterrizamos en la ciudad más majestuosa de Europa ataviados con cuchillo y tenedor. Que empiece la fiesta. 

Por CRISTINA FERNÁNDEZ

Mucho se habla de las innumerables atractivos con los que cuenta  Viena y que abarcan las artes en todas sus variantes. Sin embargo, poco se habla de la oferta gastronómica tan extensa y rica que ofrece en sus bares, cafeterías y restaurantes. Decididos a hacerle justicia a sus sabores, arrancamos aquí una ruta que hará las delicias de los espíritus más foodies.

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Es menester arrancar nuestro periplo gastro por el plato estrella vienés, ¿no? Y es ese filete empanado y frito con especial gracia y salero el que concentra nuestra atención. Así que hacemos parada en Glacis Beisl (glacisbeisl.at), restaurante de corte clásico en pleno Museumsquartier, para pedirle amablemente al camarero que nos sirva un Schnitzel como dios manda. Si estamos de suerte y el tiempo acompaña, podremos elegir entre disfrutar del festín en el salón principal, decorado con maderas en un estilo puro vienés, o en su coqueta terraza, un oasis en medio del corazón de la ciudad. De postre, claro, un Strudel de manzana. Las calorías ya las bajaremos con un paseo por sus museos más aclamados. Por cierto, el Leopold Museum, el Mumok, el Kunsthistorisches Museum y el Naturhistorisches Museum, están a tiro de piedra. 

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Otras opciones para degustar la cocina más tradicional son el Plachuta Wollzeile (plachutta-wollzeile.at) –con el Tafelspitz (carne de ternera cocida) como plato estrella–, el Ofenloch (restaurant-ofenloch.at), uno de los más antiguos de la ciudad, o el Ludwig Van (ludwigvan.wien), otro de nuestros favoritos. ¿La razón? Es adentrarse en este acogedor restaurante y que el espíritu de Beethoven nos aborde por completo. Ubicado en un edificio que fue residencia –una de las tantas– del músico durante sus años en Viena, el restaurante ofrece menús del día a base de clásicos vieneses en los que se puede elegir entre dos opciones, en un ambiente tranquilo con las composiciones del genio sonando de fondo.

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TIAN RESTAURANT, AQUÍ TODO SE APROVECHA  

Se trata del proyecto gastro del galardonado chef Paul Ivić, que apostó hace años por un tipo de cocina inspirado en recetas veganas y vegetarianas en las que el protagonista es siempre el producto de temporada y local. Desde la cocina de TIAN Restaurant (tian-restaurant.com) se persigue una filosofía de 0 desperdicios para la que se trabaja con alimentos orgánicos y estándares de comercio justo. Es decir, todo, absolutamente todo, se aprovecha en su cocina.

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¿Lo ideal cuando se visita? Cerrar los ojos ante la carta, confiar y apostar por el menú en el que es el chef el que decide qué comer ese día. Sabores y combinaciones únicas que sorprenden sobre el plato y que aseguran una experiencia, sobre todo, diferente. Por algo es el primer restaurante de este tipo que ha podido alardear de tener una estrella Michelin en Austria. Su hermano pequeño, TIAN Bistró, es también una opción insuperable.  

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DE FESTIVAL GASTRO... ¡AL MUSEO! 

¿Quién ha dicho que arte y gastronomía son incompatibles? Pues resulta que los restaurantes de algunos de los museos vieneses más aclamados llevan años alardeando de combinar ambos mundos de manera magistral. Lo comprobamos en el mismísimo Albertina, el palacio en el que un día habitó la mismísima archiduquesa María Cristina, hija de la emperatriz María Teresa, que alberga hoy alrededor de un millón de grabados y hasta 60.000 dibujos, además de joyas de artistas como Monet, Rubens, Picasso o Klimt. Además, cuenta con DO & CO (doco.com/albertina), su propuesta culinaria, una apuesta clara por los sabores mediterráneos –con ciertas influencias niponas– en un ambiente elegante en el que lo mismo se puede desayunar, almorzar o cenar. ¿Lo mejor? Las vistas desde su terraza al edificio de la Ópera de Viena.   

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¿Una alternativa? Visitar el MAK, el Museo de Artes Aplicadas. Ubicada en un edificio de ladrillo visto en la famosa Ringstrasse, además de contar con una increíble colección de piezas de diseño que acapara desde la Antigüedad hasta nuestros días, posee también el Salonplafond (salonplafond.wien), un majestuoso restaurante dotado de una decoración aún más estilosa: sillones de Oswald Haerdtl y Ernst Schawadron, lámparas de Kalmar, tejidos de Josef Frank y cubertería de Copenhague, son solo el acompañamiento al homenaje que se disfrutará en el plato. La carta, eso sí, varía del mediodía –con propuestas más sencillas basadas en la gastronomía vienesa– a la noche, cuando la vanguardia conquista también los fogones. ¿Un extra? Su bar con terraza, abierta en los meses de verano, es ideal para tomar unos cócteles. 

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REVOLUCIÓN EN LOS FOGONES 

Y seguimos disfrutando de aquellos restaurantes de Viena que saben darle una vuelta a lo esperado. Son ellos los que marcan las líneas de la gastronomía en la ciudad. En el moderno distrito 2, frente al parque de atracciones del Prater, se encuentra el revolucionario hotel de 172 habitaciones Superdube Wien Prater (superbude.com/hotel-wien/prater), en el que el diseño es el rey. Y en su última planta es donde se halla nuestro destino: el NENI am Prater (neni.at). De raíces culinarias israelíes, se ha convertido en un auténtico place to be de la ciudad. Da igual si es sentado en la amplia barra frente a la cocina abierta, o en su sala con vistas al mismísimo parque de atracciones, la cuestión es disfrutar. Del ambiente, de sus platos –el humus y el falafel son extraordinarios, también las propuestas de carne y pescado– y del placer de comer en general. 

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Más en el centro, a un corto paseo de la catedral de San Esteban, Wrenkh (wrenkh-wien.at) merece también nuestra atención. Y aquí la clave está en una palabra: estacionalidad. Porque no hay nada que se trabaje en sus fogones que no corresponda a la temporada actual, de ahí que los ocho menús que elaboran al año estén basados, sobre todo, en verduras. Como ellos mismos dicen: «Nuestra misión es hacer sabroso lo que la naturaleza tiene para ofrecer». Pero también hay hueco en su carta para carnes y pescados, siempre obedeciendo a unos criterios de calidad que pasan por que su origen sea de producción sostenible. Un rincón más en el que chuparnos los dedos sin remordimientos.  

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ALGO RÁPIDO… Y NOS VAMOS 

Si resulta que tenemos prisa porque nos cierra el museo de turno, o simplemente preferimos dedicar todo el tiempo posible a hacer turismo por la ciudad… Viena también tiene una larga lista de opciones para comer rápido y rico, y continuar la ruta. Una parada obligada está junto al majestuoso edificio de la Ópera. De hecho, curiosamente es donde acaba cenando la mayoría del público al terminar los espectáculos. Y decimos «curiosamente», porque si la ópera se asocia a lujo, esto, desde luego, no lo es. Hablamos del Bitzinger Würstelstand, el puesto callejero con los mejores perritos calientes vieneses del mundo mundial. ¿Fast food a la vienesa? ¡Exacto! Después de hacer la cola —porque suele haberla siempre—, tocará decidirse entre la clásica Bosna, la Bratwurst o el delicioso Currywurst.  

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También hay propuestas de comida callejera, o semicallejera, en algunos de los mercados locales de la ciudad. Por ejemplo, el Naschmarkt, el más grande de Viena y también el más popular. Aquí se concentran hasta 120 puestos en lo que lo mismo se puede hacer la compra de la semana llenando la bolsa de frutas, verduras y carnes frescas, que hacer una corta parada gastro para comerse el mejor plato hindú o japonés. En Umar (umarfischbar.at), por cierto, dicen que se cocina el mejor pescado de la capital. Por otro lado, en Leopoldstadt, uno de los barrios más bohemios de Viena, el Karmelitermarkt, cuenta también con un sinfín de puestos interesantes en los que la comida ecológica, vegetariana, los quesos, vinos, dulces, e incluso pizzas y hamburguesas, tienen su espacio. Un clásico que ya existía en 1671. 

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DE POSTRE, DULCE 

Y café, claro, que para eso estamos en Viena. Y si algo de algo puede presumir la ciudad es de contar con cafeterías de fama internacional, muchas de ellas asociadas a hoteles. Los más legendarios siempre tuvieron, y siguen teniendo, sus propios espacios a modo de pequeños oasis. Uno de ellos es el Café Sacher (sacher.com), para el que será extraño no tener que hacer cola hasta conseguir mesa. ¿La razón? Su famosísima tarta de chocolate, elaborada por Franz Sacher en 1832, cuando era aprendiz en la cocina imperial y creó la receta que se acabó convirtiendo en el pastel más famoso de toda la ciudad.  

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Otra de las cafeterías más bonitas para acabar con el mejor sabor de boca es el Café Central (cafecentral.wien), también muy frecuentada. En otras palabras, habrá que esperar para lograr sitio. Pero merecerá la pena, sobre todo echar un vistazo a su increíble vitrina de dulces. Con un interior que derrocha belleza a raudales, fue lugar de encuentro de grandes intelectuales como Freud o Peter Altenberg. ¿Otros cafés en el centro de Viena que merecen una visita? Café Diglas (diglas.at), Café Frauenhuber (cafefrauenhuber.at) –uno de los más antiguos, donde tocaron grandes como Mozart o Beethoven– y Café Hawelka (hawelka.at), famoso por sus Buchteln rellenos de mermelada.