DE RUTA POR LOS ARRIBES DEL DUERO

Bodegas de autor y otras sorpresas siguiendo al río más vinícola

Vinos de pequeñas bodegas, naturaleza indómita, miradores de infarto y buena gastronomía. De todo ello anda sobrado este territorio fronterizo que tiene el Duero como eje vertebrador.

Por Alfredo García Reyes

Desde un punto de vista paisajístico, la zona de Arribes del Duero es una de las más ricas y con más personalidad Castilla y León. Sin duda: un entorno conformado por varias comarcas fronterizas con Portugal, entre las provincias de Zamora y Salamanca, a lo largo de algo más de 120 kilómetros y con el río Duero como eje y principal reclamo. Si antes de llegar hasta aquí, a través de los suaves valles mesetarios de Castilla, ese gran río va dejando a su paso sobradas riquezas naturales y agrícolas (sobre todo vitivinícolas), en esta zona adquiere un carácter bastante más abrupto, encajándose entre vertiginosos cañones pétreos compartidos, en la otra ribera, con la región lusa de Tras Os Montes.

Solo por el paisaje y su orografía, los Arribes del Duero (las Arribes para los salmantinos), merecen sobradamente una visita, pero es que, además, estas tierras que se extienden entre la comarca zamorana de Sayago y San Felices de los Gallegos, ya en la provincia de Salamanca, están plagadas de localidades que preservan su ambiente rural y en las que se producen vinos de gran calidad, la mayoría acogidas a la DO Arribes (doarribes.es), pero algunos criados en pequeñas bodegas para descubrir. Todo ello lo desvela esta ruta.

HACIENDA ZORITA

Antes de empezar, conviene saber que buena parte de la producción de esta denominación de origen está en manos de Hacienda Zorita Duero Valley (haciendazorita.com). Una finca vitivinícola concebida al estilo de los grandes châteaux y terroirs franceses, cuyos viñedos se extienden a lo largo de varias hectáreas por una de las llanuras más amplias de la comarca y en cuyo centro se alza el escenográfico edifico de la bodega. Bajo su torreón se encuentran las diferentes dependencias de la hacienda: salas de barricas, de cata, sus restaurantes –como Zorita’s Kitchen– y hasta habitaciones en las que alojarse y vivir una experiencia enológica total.

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Los vinos que se producen aquí (fundamentalmente tintos) son habituales en los lineales de muchos supermercados y tiendas especializadas del país, pero lo cierto es que degustarlos in situ es otra cosa. Sobre todo, si se acompañan de las tortas de queso de oveja que también elabora y comercializa la marca.

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PEQUEÑAS BODEGAS

Hacienda Zorita es, sin duda, la bodega más grande de la DO Arribes, pero quien quiera entender lo que realmente supone (hoy y ayer) el vino para estas comarcas debería codearse con los pequeños productores locales. Un buen ejemplo es El Hato y El Garabato (elhatoyelgarabato.com), dirigida por una pareja de jóvenes enólogos con muy buenas ideas en materia de vinos. También en la promoción de las muchas actividades y experiencias que se pueden disfrutar en Arribes del Duero.

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Y otro ejemplo es el de Viña Romana (vinaromana.com), en Villarino de los Aires, una bodega que ha aprovechado las instalaciones de la antigua cooperativa local para elaborar vinos que traspasan fronteras, que ganan premios y que se disputan coleccionistas de rarezas vinícolas. Se entiende cuando uno degusta su vino-joya con la etiqueta de Botón Real, que en la botella muestra un botón charro de plata y en el mercado alcanza precios de más de tres cifras.

FERMOSELLE

Pero si hablamos de Arribes del Duero y de sus bodegas hay que hacerlo de Fermoselle, una de las localidades más septentrionales de la Ruta del Vino Arribes (rutadelvinoarribes.com). Aquí lo del vino no es un invento moderno, sino que forma parte de su propia idiosincrasia desde tiempos inmemoriales. De hecho, a Fermoselle se lo conoce como el pueblo de las 1000 bodegas. ¿Exagerado? En absoluto, probablemente sean bastantes más las que horadan su subsuelo. Eso sin contar las muchas que habrán desaparecido a lo largo de los siglos.

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Durante mucho tiempo cada familia usaba estas cuevas para la producción de sus vinos de consumo personal. Hoy, algunas de ellas se han reconvertido en bodegas comerciales. Las hay tan atractivas como Pastrana (bodegaspastrana.es), en pleno casco histórico, con calados que se adentran muchos metros en la tierra y en los que envejecen vinos verdaderamente agradables.

Déjate sorprender por la tradición vitivinícola de los Arribes del Duero con esta visita a las bodegas subterráneas de Fermoselle.

Fermoselle es, probablemente, la localidad más atractiva de los Arribes zamoranos, con un trazado urbano arracimado sobre una loma, desde cuyas alturas se domina la inmensa estepa castellana y, al fondo, el curso fluvial, siempre verde e hipnótico, del río Duero y su fiduciario el Tormes. Es este último el que llena de agua la presa de Almendra, la tercera con mayor capacidad del país, y cuyos muros de contención resultan francamente impactantes.

No te lo pierdas: Una ruta por Zamora siguiendo al Duero, camino de los Arribes

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ALDEADÁVILA DE LA RIBERA

Otra de las localidades salmantinas de la ruta que merece una visita, además de la ya mencionada Villarino de los Aires, con un importante patrimonio rupestre y espectaculares vistas hacia el cañón del Duero desde sus miradores urbanos, es Aldeadávila de la Ribera, en la comarca de Vitigudino. Un buen lugar donde seguir degustando los vinos de Arribes y conocer la contundente gastronomía local, con el cordero y el cerdo como principales protagonistas, que podemos degustar en el restaurante El Paraíso (el-paraiso-restaurante.negocio.site), de lo más auténtico y popular.

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A unos minutos en coche, por carreteras serpenteantes que tan pronto suben como bajan (aquí los puertos de montaña no están en las alturas, sino en la hondonada del río) está el punto panorámico más impresionante de esta escapada: el mirador sobre la presa de Aldeadávila. Desde aquí se disfruta, a vista de pájaro, la megalítica obra de ingeniería, la lámina perfecta en que se convierten las aguas del Duero al ser represado y el vuelo de las decenas de aves rapaces que habitan la zona.

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El vuelo de buitres leonados, águilas reales e imperiales o alimoches, entre otras muchas especies, lo podemos contemplar desde otros muchos miradores a lo largo de los Arribes. Por ejemplo, Picón del Moro (no muy lejos de Aldeadávila) o Las Barrancas, situado frente un meandro del Duero y junto a los restos del castillo del municipio zamorano de Fariza.

Acantilados, desfiladeros, águilas reales y muchas más sorpresas te esperan en este paseo en barco por los Arribes del Duero.

 

EN BARCO POR LOS ARRIBES

Pero para disfrutar de una comunión total con las riquezas paisajísticas de Arribes no deberíamos perdernos la excursión que propone el crucero ambiental híbrido de Europarques (europarques.com), que en una hora de trayecto recorre algunos de los tramos más sobrecogedores (por la altura y la increíble biodiversidad) del cañón del Duero y con salida y meta en el embarcadero de la portuguesa Miranda do Douro, que, por su extenso patrimonio, también merece ser paseada.

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El cierre perfecto a esta breve ruta por Arribes del Duero es San Felices de los Gallegos. Está presidido en altura por un castillo del siglo XII rodeado por una gran cerca que hoy ambos se antojan demasiado grandes para el tamaño de la localidad. Pero los avatares históricos tienen estos caprichos... El pueblo posee también una llamativa plaza Mayor, a la que se asoman el ayuntamiento, la iglesia mayor y el Museo del Aceite El Lagar del Mudo (ellagardelmudo.com), un antiguo molino recuperado por una pareja de maestros que es una de las grandes joyas etnográficas de Arribes del Duero.

Quien quiera seguir aún más allá, a 12 kilómetros de San Felices está Sobradillo, que conserva la torre del homenaje de su desparecido castillo, y en la que se ha instalado uno de los centros de interpretación del parque natural, donde podemos recabar más información sobre otros rincones de este espacio protegido.

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