CÁCERES

Camino de Guadalupe por los Ibores, 63 kilómetros en coche y mil sorpresas

En la comarca de los Ibores hay mucho más que montañas y ricos quesos de cabra. También ruinas romanas, castaños centenarios, una cueva llena de formaciones extraordinarias y, al final, el inmenso monasterio donde se venera a la patrona de Extremadura y de la Hispanidad, la favorita de los reyes de España.

Por ANDRÉS CAMPOS

En el sureste de Cáceres, lindando con Toledo, la comarca de los Ibores tiene una puerta que muchas quisieran. Nada más cruzar el Tajo, viniendo de Navalmoral de la Mata, están junto a la carretera seis majestuosas columnas romanas, con un arco sobre las dos centrales, que fueron el pórtico de la curia de Augustóbriga. Se las conoce como los Mármoles (aunque son de granito) y desde ellas se ve el río Tajo como si fuese un mar: es el embalse de Valdecañas, cuyas aguas sepultaron en 1963 los demás restos de la ciudad romana, junto con las 451 casas del pueblo de Talavera la Vieja. Al amanecer es un hermoso lugar, cuando el pórtico se recorta contra las aguas radiantes rodeado de encinas negras. Al lado mismo hay otras piedras que fueron rescatadas in extremis del naufragio: las columnas del templo de la Cilla, consagrado a Júpiter Óptimo Máximo.

UN BAÑO EN LAS POZAS DE BOHONAL

La ruta continúa por la misma carretera, la de Guadalupe, de la que solo hay que desviarse brevemente en Bohonal para ir en dirección a Mesas de Ibor. En cinco minutos, se llega al abrupto cauce del río Ibor, donde aguardan el puente medieval de las Veredas y las marmitas de gigante de Bohonal, unas grandes pozas circulares esculpidas en el granito por la corriente, que, además de un sitio de interés geológico, son un excelente lugar para zambullirse cuando aprieta el calor.

LA CUEVA DE CASTAÑAR DE IBOR

De nuevo por la carretera, en Castañar de Ibor, se descubre otro prodigio geológico mucho mayor: una cueva de más de dos kilómetros que brinda un apabullante espectáculo de colores y de formas: estalactitas excéntricas, pompones, agujas, cristalizaciones arborescentes, coladas, gours... Pero todo lo que tiene de bello la cueva de Castañar lo tiene también de frágil, y para visitarla hay que reservar con mucho tiempo (cueva.castanar@gobex.es), porque está muy limitado su acceso. Como alternativa, es muy interesante el vecino centro de interpretación, que dispone de reproducciones de los espeleotemas más característicos, una visita virtual a la cueva mediante una proyección 3D y paneles de interpretación de todos los elementos geológicos de la cavidad y de su entorno. Abre de miércoles a domingo, y la entrada es gratuita.

CASTAÑOS DE CALABAZAS

En Castañar, además, hay un grupo de 17 grandes castaños en el entorno de la garganta del arroyo Calabazas, que tienen más de 500 años y un tronco que no lo abrazan cuatro hombres juntos. El mayor es el castaño del Postuero, que tiene un tronco de ocho metros de perímetro y una altura de 17. Para admirarlos, hay que seguir una ruta senderista que arranca a la salida de la población, junto al restaurante Solaire, y acaba en un risco por el que se despeña el arroyo, formando una vistosa chorrera. Es un recorrido sencillo (5 kilómetros, incluida la vuelta por el mismo camino), ideal para hacer con niños.

COMPRAS DE QUESOS

Quesos de cabra de la denominación de origen protegida Ibores los podemos encontrar en algunas tiendas de Castañar. El que sabe, se lleva el queso de la quesería Rontomé (quesosderontome.es). Y el que sabe aún más, el natural. Tampoco es mala idea dejar las compras para el siguiente pueblo, Navalvillar de Ibor, donde Isabel Trujillo tiene su quesería (Ctra. de Guadalupe, 54), reputada como la mejor de la comarca. Los quesos curados están ricos, pero hay unos más tiernos, casi cremosos, envasados en cajas de madera, que uno no se cansa de comerlos.

Y LLEGAMOS AL MONASTERIO DE GUADALUPE

Tras mucho culebrear llegaremos a un portachuelo desde el que se otea el inmenso monasterio de Guadalupe y su linda puebla. Aquí, junto al alto, descuella la ermita del Humilladero, donde peregrinos y cautivos redimidos veneraban a la Virgen al divisar por primera vez su santuario. Como Cervantes, que vino a traer sus grilletes de Orán. También vinieron a darle gracias Colón e Isabel y Fernando, y casi todos los reyes, que hicieron más y más grande el lugar. La visita guiada al monasterio (monasteriodeguadalupe.com) dura una hora, lo justo para ver su claustro mudéjar, su coro y sus museos, que atesoran obras de Juan de Flandes, Zurbarán, Goya y El Greco.

Pasear al atardecer por la antigua judería de Guadalupe, viendo cómo el penúltimo sol se cuela por sus callejas e ilumina sus casas de los siglos XIV al XVI es una delicia. Especialmente bellas, las viviendas que rodean la plazuela de los Tres Chorros y las calles hacia el oeste, con soportales de madera y balcones floridos.

GEOPARQUE VILLUERCAS-IBORES-JARA

Guadalupe también es una buena base para explorar el geoparque Villuercas-Ibores-Jara (geoparquevilluercas.es), el amplio macizo montañoso que resquebraja el sureste cacereño. En coche se puede subir al risco de La Villuerca, el punto más alto del mismo (1601 m.), para contemplar a vista de águila las montañas más viejas de Europa (eso dicen los geólogos), los valles, las rañas y Guadalupe. Y a pie, es ideal, si hay tiempo y fuerzas, la ruta de Alfonso Onceno, que va de Navezuelas a Guadalupe (18 kilómetros) por el camino que seguía el rey cuando venía a cazar osos.

PARADA Y FONDA

Los dos mejores lugares para alojarse en Guadalupe son el Parador (parador.es), que ocupa un palacio del siglo XVI al lado del monasterio, con patio mudéjar, jardín, piscina, y la Hospedería del Monasterio (hotelhospederiamonasterioguadalupe.com), con sus habitaciones en la zona del claustro gótico. Ambos lugares son también buenas referencias para degustar cocina extremeña, como La Posada del Rincón (posadadelrincon.com), con su terraza con vistas al monasterio para degustar migas, morcilla, torta del Casar al horno, paletilla de cabrito. Otros lugares recomendables en la ruta son Avellaneda (tel. 660 33 11 42) , en Castañar de Ibor, y El Brezo Rojo, en Berzocana, de cocina creativa con productos de temporada.

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