Beirut, fusión de Oriente y Occidente, ¡está de moda!

Ciudad de contrastes, la capital de Líbano se debate entre blancos y negros: huellas de su pasado reciente e imponentes mezquitas, barrios humildes y rascacielos infinitos, coches de lujo y sofisticados clubs nocturnos... Considerada una de las Ciudades Maravilla del Mundo, Beirut es un destino emergente, y no nos extraña. 

Por CRISTINA FERNÁNDEZ

Aunque cada vez son más los que incluyen esta cosmopolita ciudad entre sus destinos anhelados, es cierto que la capital de este país asiático continúa siendo aún un gran enigma para muchos viajeros. Sin embargo, entre sus intrincadas calles repletas de escenas cotidianas, esas que tan bien definen la idiosincrasia de su pueblo, se descubre una ciudad que bulle por dentro, que late al ritmo de las olas del Mediterráneo, el mismo que choca contra su Corniche, uno de los lugares de encuentro más frecuentados por los beirutíes

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Y es precisamente este enclave el lugar perfecto para comenzar a tomarle el pulso a la ciudad. El extenso paseo marítimo se extiende a lo largo de 5 kilómetros en los que los restaurantes más aclamados se alternan con pescadores que, sentados junto a sus cañas, esperan pacientemente la captura del día, con familias que comparten un agradable paseo y con relajados cafés donde, al caer la tarde, los locales se reúnen para charlar, fumar narguile y contemplar las hermosas vistas del mar. 

En el mar está uno de los atractivos naturales más emblemáticos de la ciudad: las Raouchés, más conocidas como La Roca de las Palomas, dos inmensos peñones arcados que se alzan imponentes frente a la costa y a los que el paso del tiempo y la erosión han ido moldeando hasta crear la que es, muy posiblemente, la estampa más fotografiada de Beirut. 

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Pero antes de continuar recorriendo esta fascinante ciudad, situémonos. Porque para entender la esencia que envuelve Beirut hay que conocer antes su pasado más reciente. Un puñado de décadas en las que el país, debido en gran parte a su situación geográfica, vivió una intensa y convulsa historia repleta de conflictos. Las cicatrices de aquellos hechos todavía permanecen patentes en algunos de los edificios de la llamada Línea Verde, una extensa avenida que sirvió de frontera entre los sectores este y oeste, entre el territorio cristiano y el musulmán. 

Prueba de que la situación hoy día es muy diferente a la de finales del siglo XX, ahora las hasta 18 religiones reconocidas legalmente en el país conviven pacíficamente, dando forma a una urbe cosmopolita y llena de contrastes. Un ejemplo de convivencia que se encuentra reflejado incluso en su Constitución, que establece que el Primer Ministro debe ser suní, el presidente de la República, cristiano, y el de la Asamblea, chiíta. 

Esta armonía también se palpa en las calles del centro de Beirut, donde uno se topa constantemente con mezquitas e iglesias de todo tipo de confesiones, pero también con rascacielos infinitos rebosantes de apartamentos de lujo en los que se demuestra devoción por otro dios muy diferente: el todopoderoso dinero. 

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Porque Beirut también es eso: exclusividad. Algo que se comprueba con solo fijarse en los coches que recorren sus calles, muchos de ellos de alta gama. Junto a elegantes deportivos, eso sí, los incansables taxis que hacen sonar sus cláxones sin cesar terminan de dar forma al espectáculo del caótico tráfico que gobierna la ciudad. 

Un proyecto de renovación conocido como Solidaire lleva años transformando aquel campo de batalla que fue el centro histórico de Beirut en una zona absolutamente renovada. En un moderno y estiloso barrio digno de ser paseado para descubrir las elegantes avenidas del antiguo zoco, ahora llamado Beirut Souks, que ha cambiado sus tradicionales negocios por los escaparates de marcas de primerísima línea. Tiendas en las que beirutíes y turistas llegados desde otras zonas de Oriente Próximo hacen correr sus tarjetas de crédito sin miramientos.  

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Las obras realizadas en la zona también se han esmerado en recuperar un sinfín de restos arqueológicos de todos aquellos pueblos que en su día pasaron por aquí –que no fueron pocos–, y que hoy día están absolutamente integrados en el paisaje urbano: desde mosaicos bizantinos al foro romano o a los baños, también de esta época. Para seguir ahondando en el pasado de la ciudad, nada como visitar el Museo Nacional de Beirut. En él se exponen maravillosas piezas que comprenden desde el Neolítico hasta el periodo otomano.

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Entre restos arqueológicos y lujosos negocios, es obligatorio hacer parada en la mezquita más esplendorosa de todas las beirutíes: la de Mohammad Al-Amin, que con sus tejados azules, recuerda en cierta medida a la Mezquita Azul de Estambul. Se halla junto a la plaza de los Mártires. Muy cerca, otra mezquita que merece ser destacada: la de Al-Omari, que ocupa la construcción de una antigua iglesia románica. Simplemente espectacular. 

Al son de las campanas de las iglesias vecinas, que se entremezclan con la llamada a la oración de los almuecines, hay que poner rumbo hacia Gemmayzeh, el barrio cristiano, en el que Beirut vuelve a sorprender. Aquí se halla esa otra versión de la capital libanesa en la que las librerías, galerías de arte y garitos repletos de almas hipsters regalan la versión más bohemia de la ciudad. Jóvenes diseñadores han ido poniendo nombre a antiguos locales y dotando de un ambiente de lo más relajado a Beirut: se trata de un pequeño oasis perfecto para desconectar. 

En el otro extremo de la ciudad, el barrio de Hamra, de esencia musulmana. Aquí es el aire decadente el que se adueña de sus antiguos edificios coloniales, aquellos que los franceses construyeron durante su paso por la ciudad, que duró 23 años. También es el lugar ideal para probar el mejor humus de la historia. En Hamra se siente Beirut a cada paso, pero también se palpa ese halo de esplendor de una época dorada que queda ya algo lejana. Es aquí donde se halla la mundialmente conocida Universidad Americana de Beirut, respetada en todo Oriente Medio. 

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Pero, ¿qué sería de Beirut sin sus interminables noches de fiesta? En este tema vuelve a ser la exclusividad la palabra clave. Para sentir la verdadera oferta nocturna beirutí hay que darse un paseo por algunos de sus múltiples clubes nocturnos, como el famoso SkyBar (skybarbeirut.com), en el que la música electrónica suena a más no poder mientras los cuerpos de los jóvenes danzan bajo apretados y cortos trajes en carísimos reservados. Mar Mikhäel, con sus modernas propuestas, es otro de los barrios de moda. Este es el contraste de Beirut. La verdadera ciudad que se debate entre Oriente y Occidente. El lugar que encandila en cuanto se pone un pie en él. 

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DATOS PRÁCTICOS

CÓMO LLEGAR

Emirates vuela a Beirut desde Madrid y Barcelona, a partir de 400 € por trayecto, en clase turista. Desde la capital, la compañía libanesa Middle East Airlines (mea.com) lo hace tres veces en semana, a partir de 138€. Desde Barcelona, Vueling conecta ambas ciudades todos los sábados desde 95€. 

DÓNDE DORMIR

El O Monot Boutique Hotel (omonot.com) se alza en el corazón de Beirut, con sus 41 habitaciones y suites, ofreciendo todo tipo de servicios en los que el lujo, el confort y la exclusividad son los absolutos protagonistas. El restaurante de su 10ª planta cuenta con unas inigualables vistas de la ciudad, aunque es su terraza con piscina la favorita de los clientes. El rincón perfecto para disfrutar de un cóctel al atardecer. 

DÓNDE COMER

Uno de los mejores restaurantes armenios de todo Beirut es Seza (Patriarch Arida), un local ubicado en el moderno barrio de Mar Mikhäel. Regentado por una familia, sus propuestas están basadas en tradicionales recetas que aseguran una explosión de sabores en el paladar. En Ma´Allem Arteen (Gouraud Street), ubicada en Gemmayzeh, es la cocina mediterránea la protagonista.

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