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Ocho joyas espectaculares de la Normandía francesa

El Mont Saint Michel y las playas del Desembarco son seguramente los destinos más famosos de Normandía, pero esta región del norte francés, colindante con Bretaña y Nord-Pas de Calais, esconde bellezas naturales junto al mar, conectadas con su rico pasado pesquero, y un ramillete de atracciones culturales sorprendentes. Y además está a dos horas de París en coche.

by JAVIER CARRIÓN

ETRETAT Y LA COSTA DE ALABASTRO
Imagínate 145 kilómetros de litoral de acantilados calizos que desafían al Canal de La Mancha como si fuera una hermosa barrera natural infranqueable. Esa postal es la que se admira entre los estuarios del Sena y del Somme, un impresionante conjunto de acantilados que en ocasiones alcanzan los 100 metros de altura, recortados por pequeños valles que dan acceso al mar. Este espectáculo se observa principalmente en la antigua villa marinera de Etretat (etretat.net) con sus acantilados gemelos, un destino que descubrieron muchos pintores en el siglo XIX como Eugène Bodin, Gustave Corbet o Claude Monet. Precisamente desde los Jardines de Etretat (lesjardinsdetretat.fr), situados junto a la capilla de Notre Dame de la Garde, se observa el punto exacto desde donde Monet pintó Falaises d'Etretat en 1886, con la vista de la playa de Etretat y la popular ‘Trompa del Elefante’ (“Falaise d'Aval”), un arco de piedra sumergido en el mar definido así por el escritor francés Guy de Maupassant. Este es el paisaje más hermoso de una costa asombrosamente vertical con decenas de miradores para disfrutar de las vistas del océano durante la pleamar y la bajamar. 

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HONFLEUR, EL PUERTO MÁS ENCANTADOR
La imagen de la ciudad portuaria más encantadora de la región hace reflexionar sobre la belleza de su ‘ciudad hermana’, Le Havre, antes de que fuera devastada durante la II Guerra Mundial. Hoy esta villa de casi 9.000 habitantes se desborda de visitantes durante los fines de semana y en verano para admirar su puerto viejo que traslada a la Normandía marinera de siglos pasados. Eugéne Bodin nació en Honfleur (ot-honfleur.fr) y muchos pintores como él siguen hoy plasmando en sus cuadros las vistas del muelle y de sus hermosas casas de color reflejadas en el agua cuando el sol ilumina las fachadas en las primeras horas del día. Dos son las visitas más recomendables de la villa: el Museo de la Marina, una antigua prisión que exhibe recuerdos del pasado naval de Honfleur, y la iglesia de Santa Catalina, un hermoso templo de madera levantado en el siglo XVI por los trabajadores de los astilleros.

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TROUVILLE, LA VILLA PLAYERA DE LOS PARISINOS
“La reina de las playas”. Así llamaron los parisinos a Trouville (trouvillesurmer.org) cuando descubrieron este lugar a finales del siglo XIX y lo convirtieron en su destino favorito de vacaciones. Esta playa, completamente cubierta de arena fina y conchas, se extiende a lo largo de 1.200 metros por el mismo trazado que sigue el Paseo de las Tablas (“Promenade des Planches”), flanqueado por espectaculares villas construidas entre 1865 y 1885, cada una de ellas con un estilo arquitectónico diferente (neoclásico, neomorisco, neonormando...), según las tendencias de cada momento. La villa fue muy frecuentada también por pintores y escritores como Mozin o Flaubert, de ahí que la estatua de este último presida la entrada al puerto de Trouville. Este es el primer puerto de pesca de caballa de la bahía del Sena, junto a su mercado con nueve puestos que ofrece todo tipo de delicias del mar: ostras, mejillones, gambas, erizos, caracolillos... capturados por las 28 traineras que siguen operando en la zona. 

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EL PALACIO BENEDICTINE EN FÉCAMP
Con sus 30.000 habitantes, Fécamp (fecamptourisme.com) es una de las ciudades más animadas de Normandía. Protegida por los impresionantes acantilados del cabo Fagnet, cuenta con una rica historia monástica pues fue en este lugar donde se descubrió el licor de alquimia que se hizo famoso en todo el mundo, una fórmula medicinal inventada por un monje veneciano en el siglo XVI, perdida durante la Revolución Francesa y recuperada y comercializada en el siglo XIX. Hoy se visita este hermoso palacio que alberga la destilería, las bodegas donde se elabora el licor y un interesante museo de arte sacro. Fuera de este recinto son interesantes la visita de la abadía de la Santa Trinidad, construida por Ricardo Corazón de León y principal lugar de peregrinación de Normandía hasta la construcción del Monte St-Michel, y la visita de la capilla de Nuestra Señora de la Salud, rica en exvotos marineros. 

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PORT-AUDEMER, LA VENECIA NORMANDA
Considerado “uno de los cien más bellos desvíos de Francia” por la Guía Michelin, Pont-Audemer (ville-pont-audemer.fr) fue durante el siglo XIX una villa de curtidores con más de 80 fábricas distribuidas a lo largo de varios canales del río Risle que servían para limpiar las pieles. Por este motivo se la considera “la Venecia normanda”, con numerosos rincones cerca del agua para fotografiar junto a residencias privadas y edificios normandos. La especialidad culinaria de Pont-Audemer, donde por cierto nació la famosa actriz Laetitia Casta en 1978, es el mirliton, un rollito de masa con crema de praliné cerrado en ambos extremos por chocolate negro, creado por Guillaume Tirel en 1340.  

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CHAMP DE BATAILLE, EL CAPRICHO DEL SEÑOR GARCÍA
El famoso decorador de interiores francés de padre español, Jacques García, ha creado en el antiguo Champ de Bataille su sueño dorado: un auténtico museo histórico con cientos de piezas originales adquiridas en los últimos 50 años de su vida con una atracción incuestionable hacia las figuras de María Antonieta y Luis XVI. Este ‘pequeño Versalles es una de las propiedades francesas más bellas del siglo XVIII, con jardines e invernaderos creados en 1992 que se extienden sobre más de 100 hectáreas. Sofía Coppola quiso rodar algunas secuencias de su película Maria Antonieta (2006) en este castillo, pero su propietario no accedió al deseo de la directora neoyorquina. La visita al castillo (lechateauduchampdebataille.com) dura unas tres horas, cuesta 25 € y en su interior se puede observar una enorme estatua del siglo XIX de la Duquesa de Alba. 

LE HAVRE, LA ‘CIUDAD DE HORMIGÓN’ PROTEGIDA POR LA UNESCO
Le Havre, la ciudad actual mas poblada de Normandía con 193.000 habitantes, fue un gran foco industrial y portuario del siglo XIX, dedicado al intercambio de materias primas, como el algodón, el café o las maderas exóticas, y al transporte de pasajeros con el desarrollo de los primeros barcos transatlánticos, pero la ciudad quedó arrasada durante la II Guerra Mundial y tuvo que volver a renacer como una nueva y moderna ciudad en la que el hormigón ha jugado un papel decisivo. Ese esfuerzo por recuperar Le Havre en arquitectos como el belga Auguste Perrot llevó a la Unesco a incluirla en la lista del Patrimonio Mundial. Entre el puñado de atracciones interesantes: la iglesia San José, de 107 metros de altura, con unos vitrales deslumbrantes en su interior; el Museo Malraux, con la segunda mejor colección de arte impresionista en Francia después de la del museo parisino de Orsay; el Volcán, obra futurista del arquitecto brasileño Oscar Niemeyer, convertido en la mediateca más espectacular del país; el apartamento Temoin, que permite descubrir un piso diseñado por el taller de Perret en 1946 con importantes novedades para realojar a sus habitantes: calefacción común por aire caliente continuo, doble orientación, cocina y baños integrados... Le Havre celebra este año su 500 aniversario, pues la villa fue fundada por el rey Francisco I en 1517 en la entrada del estuario del Sena.

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LOS JARDINES DE MONET EN GIVERNY
Es el lugar de peregrinación para los apasionados del impresionismo. En 1883 Claude Monet alquiló en este pequeño pueblo localizado a 74 kilómetros de París una casa donde trabajó hasta su muerte en 1926. Esta residencia que utilizaba “el pintor de la luz” para trabajar puede visitarse ahora (claude-monet-giverny.fr), aunque la principal atracción son sus floridos jardines y estanques, siempre hermosos durante todas las estaciones del año. Destaca sobre todo su Jardín d'Eau, adquirido en 1895, que fue transformado en el famoso estanque de nenúfares, inmortalizado tantas veces desde el puente japonés. Abre de marzo a noviembre.

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