“Dudamos, nos abrazamos y después entré yo primero. Puse flores en la tumba. Meg me dio un momento, y hablé con mi madre en mi cabeza, le dije que la extrañaba, le pedí guía y claridad. Sintiendo que Meg también podía querer un momento, caminé alrededor de la cerca, viendo el estanque. Cuando regresé, Meg estaba hincada, ojos cerrados, con las palmas puestas sobre la tumba”, continúa, “Le pregunté mientras caminábamos de vuelta al bote, por qué había rezado. ‘Claridad’, ella dijo, ‘y guía’”.