Carlos III deja su impronta ecologista en el Castillo de Windsor

El Rey británico quiere que la fortaleza favorita de su madre esté en consonancia con la naturaleza

Por Beatriz Castrillo

A Carlos III el Castillo de Windsor nunca le gustó.  El excesivo ruido de los aviones del cercano aeropuerto de Heathrow le hacían que no quisiera vivir en la fortaleza favorita de Isabel II. Sin embargo, en los últimos meses parece que algo está cambiando. El Rey lo está adaptando a sus gustos para convertirlo en un hogar y está dejando su sello ecologista. Así, además de renovar habitaciones, de traer sus objetos personales, se están instalando puntos de recarga para vehículos eléctricos y plantando árboles, todo para hacerlo mucho más sostenible. 

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De momento, ya se ha visto a algunos trabajadores arreglando los apartamentos privados de Isabel II, mientras que otros han estado almacenando y guardando algunas de sus pertenencias y trayendo muchas de las obras de arte y antigüedades favoritas del actual monarca, según informa el Daily Mail. 

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El de Windsor es el castillo habitado más antiguo y grande del mundo y ha sido el hogar de reyes y reinas ingleses durante casi mil años. Es una residencia real oficial y ha albergado en ocasiones ceremonias de Estado. 

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A la madre del rey Carlos le encantaba y se escapaba a su querido castillo los fines de semana. Sus dependencias estaban en la zona que se conoce como Upper Ward, con vistas al Quadrangle y al Rose Garden, que diseñó su marido, Felipe de Edimburgo. 

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Fue durante la pandemia cuando la Reina y su marido decidieron mudarse a tiempo completo a esta espectacular casa y se pudieron ver algunas de estas salas privadas desde las que Isabel II realizaba videollamadas. 

Antes del fallecimiento de la antigua jefa de Estado, Carlos III ya empezó a pasar más tiempo en Windsor y en los últimos meses, desde que fue proclamado monarca, sus visitas han aumentado considerablemente, aunque sigue viviendo en su casa de Clarence House, en el centro de Londres. 

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A parte de hacerlo más hogareño y sostenible, otro de los puntos a favor que habrían hecho que el Rey se animara a transformar  Windsor es que su hijo mayor y heredero el príncipe de Gales y su familia se mudaron recientemente a esta localidad y, concretamente, a Adelaide Cottage, muy cercana a la fortaleza, con lo que el monarca podría ver más a sus nietos. 

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Aunque para la Familia Real, el Castillo de Windsor es muy especial y significativo, lo cierto es que Carlos de Inglaterra siempre ha preferido la tranquilidad de Highgrove, su santuario ecológico ubicado en Gloucestershire y que compró en 1980, un año antes de casarse con la princesa Diana. Durante décadas, el Rey se volcó en cuerpo y alma en esta casa de campo, en remodelar sus jardines y cultivar sus tierras.

Highgrove, que está situada en un lugar clave que permite tener un fácil acceso a Londres, Gales y otras partes de Reino Unido, es poco contaminante y es un ejemplo de gestión éticamente sostenible. Todo se recicla, las bombillas son de bajo consumo, las calderas funcionan con biomasa,  la mitad de la electricidad y el gas provienen de fuentes renovables y se han instalado paneles solares. El agua de lluvia se usa para regar las cosechas y 180 gallinas campan a sus anchas bajo una gran variedad de árboles frutales. Cada año se recogen unos 4.000 huevos que se ponen a la venta. 

Todo parece indicar que el Castillo de Windsor va camino de convertirse en el nuevo Highgrove. El rey Carlos se ha reunido con el personal, los residentes y los visitantes para la promoción de buenas prácticas ambientales. La granja ya es orgánica y se ha puesto en marcha un programa masivo de plantación de árboles y setos y la calefacción funciona con astillas de madera.