Con enorme fortaleza, 10 días después del doloroso funeral de su eterno compañero, la Reina Isabel reapareció en público. Después de haberla visto pasando por un momento tan difícil al despedir al Duque de Edimburgo en la St. George’s Cathedral del Castillo de Windsor, ha dado muy buenos pronóstico el encontrarla de buen ánimo y concentrada en su labor. Con una franca sonrisa a las embajadoras que se conectaron a la videollamada que se hizo entre el Palacio de Buckingham y el Castillo de Windsor, la Reina ha dado certidumbre de que tal como ha hecho a lo largo de su reinado, su labor oficial la mantiene en pie. Tras haberla visto en su versión más sombría, de negro absoluto y cabizbaja, una vez más retomó la fortaleza y reapareció en colores vibrantes. Sobre su vestido se veía su infaltable broche, pero en una colección tan inmensa, el elegido para este día pasaba desapercibido, hasta ahora.
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Es bien sabido que la monarca no deja nada al azar, y es conocida por enviar mensajes a través de su guardarropa. Su mano derecha cuando de vestimenta se trata, Angela Kelly, suele ayudarla a transmitir lo que sea necesario. Es por esto que no ha sorprendido que en su primer compromiso público desde el fallecimiento de su marido y el primero desde el funeral del Duque, haya decidido hacer un sutil guiño a su memoria.
El broche que llevó en esta ocasión fue el que forma parte del suite de joyería que recibió por su boda con el Duque y hay que recordar que en una de las últimas ocasiones en las que se le había visto usarlo, en el 2017, fue precisamente en un evento al que acudió acompañada del Príncipe Felipe.
La impresionante historia detrás del broche
En 1947, el Nizam de Hyderabad regaló a la entonces Princesa Isabel un ensamble de joyas de diamantes hecho por Cartier. La historia parece sacada de una película. Asaf Jah VII era entonces uno de los hombres más ricos del mundo, por lo que dio indicaciones a Cartier de permitir que la Princesa eligiera cualquier cosa dentro de su inventario. Ante una posibilidad como esa, la Princesa eligió una tiara y un collar -el cual le hemos visto a Kate Middleton en los últimos años-. Curiosamente, el collar fue vendido por la casa francesa en 1936, un año después de su creación, pero para 1937, ya lo había comprado de vuelta y fue lo que permitió que 10 años más tarde, la Reina lo eligiera de la colección. Pero, ¿de dónde sale el broche?
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La realidad es que la tiara de aquel regalo no existe más. El 1973, la monarca tomó la decisión de desmantelarla -sí, con sus 1,033 brillantes, 84 diamantes de bastón y 17 diamantes circulares-. Necesitaba una tiara de rubíes y contaba con los que le habían regalado de Birmania, pero faltaban los diamantes. Por lo que se tomaron de la tiara Cartier y Garrard creó la que ahora es conocida como la Tiara de Rubíes de Birmania. Mientras que las flores de diamantes que adornaban la tiara original sobrevivieron como broches, el más grande, el que sigue usando en la actualidad y el que le vimos en su más reciente videollamada.
La tiara original era preciosa, pero sus tres rosas -una de mayor tamaño y dos menores de diseño idéntico- eran desmontables para poder usarse como broches. Cada una de estas rosas estaba ensamblada en platino y la más grande tiene un diámetro de 4.2 cm. Pero lo verdaderamente fascinante de estas piezas es que tienen un centro ‘tembloroso’, diseñado para que tengan movimiento. Esto hace que los diamantes proyecten la luz de una forma particular al moverse. ¿Quién pensaría que habría tanto que contar detrás de un broche?