Ha sido un año completamente diferente, pero si algo ha demostrado la Reina Isabel a lo largo de su vida, es que es una mujer resiliente y se adapta a cualquier necesidad con mucha facilidad. Ante la crisis sanitaria que se vive alrededor del mundo, la monarca hizo maletas y partió al Castillo Windsor para pasar la cuarentena. Con la evolución de la situación en Gran Bretaña, Isabel II tuvo la oportunidad de viajar a Balmoral durante el verano, y después pasar unos días en Sandringham, pero ha sido hasta ahora que ha podido tener su primer compromiso público en siete meses. En medio de un riguroso protocolo de seguridad, la Reina Isabel ha reaparecido y lo ha hecho acompañada del Príncipe William.
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Aunque se le había visto, adaptadísima en sus apariciones virtuales e incluso tuvo un par de apariciones físicas para participar en la versión simplificada del Trooping the Colour y para una especial entrega de un título de caballero, ésta es la primera vez en la que asiste a un compromiso público. La monarca vistió el Defence Science and Technology Laboratory e inauguró oficialmente el Energetics Analysis Centre. Medios locales explican que cualquier persona que tuvo contacto directo con la monarca -alrededor de 48 personas- tuvieron que ser sometidos a una prueba de Covid-19, siento ésta solo una de las muchas medidas de precaución para asegurarse de que la aparición sería completamente segura.
Al tratarse de una ocasión especial, la Reina quiso estar acompañada de William, con quien no tenía un evento en conjunto en solitario desde julio del 2017. Aunque pasaron unos días juntos en verano de forma privada en Escocia, ésta es la primera vez también, que la monarca se reúne con un miembro de la familia desde el inicio del aislamiento de manera pública -la única otra ocasión que se pudo ver antes fue la imagen conmemorativa de la boda de la Princesa Beatriz-. Orgullosa de su nieto, se observó a la monarca ver con atención a William desenvolviéndose durante este compromiso en conjunto.
El look para este especial día
La monarca recurrió a uno de los colores más favorecedores de su clóset para esta reaparición. La Reina llevó un abrigo de cashmere en rosa pálido e la firma Stewart Parvin y un vestido de seda otoñal con estampados florales. Como es tradición, combinó su abrigo con un sombrero en el mismo color, éste de Rachel Trevor Morgan. En un guiño que para muchos pasó desapercibido, pero que tiene un especial significado, la Reina eligió un look casi idéntico al que llevó en su último compromiso en conjunto con la Duquesa de Cambridge -esposa de William-.
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Otro detalle muy especial de la vestimenta elegida para este día, fue el broche que la Reina nunca deja al azar. La monarca eligió su broche de Andrew Grima, hecho en oro amarillo, diamantes y con llamativos rubíes. La joya fue un regalo romántico que el Príncipe Felipe le entregó en 1966. El diseño sigue la línea moderna de las piezas que el Duque de Edimburgo ha regalado a su mujer a lo largo de su matrimonio. El broche ha acompañado a la monarca en distintas ocasiones, desde visitas de Estado, apariciones oficiales, hasta los momentos de mayor protocolo. Es bien sabido que es una amante del color y que por fines prácticos su guardarropa suele ser un arcoíris, por lo que no es raro que lo combine con rosa, lila, morado y magenta. Como complementos, en esta aparición llevó sus aretes de perlas, un colorido lipstick rosado y su infaltable bolso de Launer London.