Sin dejarse turbar por la tormenta, el Príncipe William protagoniza un emocionante momento en su regreso al trabajo

Por Carolina Soto

La agenda de los miembros de la Familia Real no se detiene a pesar de los conflictos que se puedan tener. Y es que tal como dictaba su horario, el Príncipe William ha retomado sus actividades después de la llamada Cumbre Sandringham, en la que se discutió la decisión del Príncipe Harry y Meghan Markle de dejar sus puestos oficiales dentro de la familia. Aunque por la mañana británica se veía a un serio William llevando a sus dos hijos mayores al colegio, cuando el deber llamó y el Duque tuvo que asistir a una entrega de condecoraciones en el Palacio de Buckingham, cualquier contratiempo quedó atrás.

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Pero si el semblante amable del Príncipe William dio mucho de qué hablar, el emotivo gesto que tuvo durante esta ocasión ha sido el tema principal de esta aparición. Cuando se pensaba que ésta sería una entrega más, como las varias que la Familia Real tiene a lo largo del año, el Príncipe dio un vistazo su cercana personalidad. El Príncipe se encontraba tomando el lugar de la Reina, quien pasa esta temporada en Sandringham, cuando le tocó reconocer al experto en lenguaje de señas, Alex Duguid. Como es costumbre, William tenía que felicitarlo y qué mejor manera que a través de señas.

Al parecer, el Príncipe ensayó cómo hacer cada una de las palabras para poder decirle: “Felicidades Alex”. Pues aunque pudiera parecer una frase sencilla, los nombres propios deben de formarse a través de cada letra del abecedario en este leguaje -a menos de que se conozca ya la seña con la que esa persona se ha identificado-. Con una sonrisa en el rostro y mucho cuidado para no equivocarse, William congratuló al homenajeado, quien no cabía de la emoción.

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Duguid ha sido el encargado de hacer la traducción a lenguaje de señas de dos de los programas más visto en Gran Bretaña a través de ITV por décadas, trabajo que le ha ganado ser acreedor a la Orden del Imperio Británico.

Alex perdió la audición cuando tenía tres años, después de caerse y fracturarse el pómulo, resultando en total sordera en un oído y severa pérdida en el otro. Reconociendo su labor, el Palacio de Kensington documentó esta ceremonia escribiendo: “Él es un ejemplo de qué tan profundamente las personas sordas pueden tener un impacto en su comunidad, entre sus compañeros y en su país. Él es un apasionado del lenguaje de señas y de la necesidad de promoverlo y protegerlo”.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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