Los novios decidieron organizar ellos mismos su propia boda, fijándose en la inspiración que encontraron en la red y en aquello que sus amigos, que se casaban el mismo año, iban haciendo. Buscaron ellos mismos sus proveedores y también contaron con la ayuda de sus familias. “Sobre todo mi hermana, Natalia, quien nos ha ido acompañando en cada paso y en la boda estuvo pendiente de todos los detalles”, recuerda. No obstante, esto no fue un impedimento para que hubiera sorpresas. “Queríamos una boda, ante todo divertida, como nosotros. Por supuesto, habría momentos emotivos (más de los que esperábamos), pero queríamos que la gente saliese comentando lo bien que se lo habían pasado, lo que habían bailado, reído y disfrutado. Queríamos que todo el mundo pudiese formar parte de ese día”, confiesa. En este sentido, Teresa reconoce que les supuso un reto escoger la música para los momentos importantes. “Involucramos a nuestros amigos para que nos acompañasen en la entrada al salón y animasen a todo el mundo, creamos un ‘comando barra-libre’, que fueron los encargados de repartir palos luminosos, chupitos en jeringuillas y brillos para la cara para todo el mundo, ayudándonos a que fuese una gran fiesta”, apunta.