Dos vestidos muy especiales para la boda de Beatriz en la Ribera del Duero

Nuestra protagonista, diseñadora de zapatos, organizó su boda en dos meses y acertó con un diseño de capa bordada a mano y un segundo modelo años 20

Por Estrella Albendea

El amor no tiene fronteras, no conoce límites ni nacionalidades. Es así como surgen parejas de diferentes puntos del mundo, que parecían predestinadas a ir de la mano. La historia de Nico y Beatriz es así: un belga, de Bruselas y una española, de Valladolid se enamoran en Londres. Años después se comprometen y nuestra protagonista, que lució dos espectaculares diseños nupciales, aprovecha la ocasión para presumir de tierra: la Ribera del Duero. “No me podía hacer más ilusión que los invitados vinieran a conocer una parte tan importante de mí y una parte tan relevante de la cultura de España: la mejor (con perdón de La Rioja) región de vinos del país”, nos cuenta. ¿Su mayor reto? Organizar una boda en tan solo dos meses.

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Boda a contrarreloj

La pareja se casó el primer fin de semana de mayo, con una preboda el viernes 6 y una gran celebración (con ceremonia de día y cena de gala de noche) el sábado 7 de mayo. Castilla Termal Valbuena, con un imponente monasterio, acogió su impresionante gran día. Todo organizado por la propia Beatriz, que es diseñadora de la firma de calzado Flabelus y que tuvo que hacer malabares para conseguir sacar cada detalle adelante. “Tengo mi propia empresa que, además, ahora mismo necesita más que nunca que esté muy pendiente porque, poquito a poco, vamos creciendo. Si a esto le añadimos organizar una boda, es una locura. Empecé por contactar con varios wedding planner a ver si podrían echarme una mano, pero finalmente me di cuenta que en realidad quería organizarlo todo yo misma”, explica.

Como se iban a mudar a México, decidieron que querrían casarse cuanto antes. “Nos comprometimos el día 28 de diciembre. Yo tenía súper claro dónde me quería casar. Obviamente estaba todo reservado hasta noviembre de 2023 y empezamos a mirar otros entornos de la zona. De repente un 22 de febrero recibí la llamada del monasterio, la boda del 7 de mayo se había cancelado y me llamaban para verificar si seguíamos interesados”, recuerda. Fue así como comenzaron los preparativos contrarreloj para un fin de semana repleto de sorpresas.

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Diseñadores y amigos

Una de las primeras decisiones que Beatriz tuvo que tomar de cara a su enlace fue la elección del diseñador de su vestido. No tuvo dudas a la hora de confiar en quien ya era un amigo. “Como llevaba tiempo trabajando con Nicolás Montenegro en un proyecto que estamos realizando juntos para Flabelus y además nos une una gran amistad, decidí confiar en él para mi traje de novia y el del evento de después, la cena de gala. No quería ser una novia al uso, me apetecía disfrutar de la fiesta de la noche con un traje largo como el resto de invitados, pero no podía ser cualquier traje largo porque yo era la novia”, matiza.

En un primer momento nuestra protagonista se sentía realmente perdida y se dejó aconsejar por el diseñador sevillano, uno de los grandes talentos del momento. “No soy de esas personas que tienen mil ideas de inspiración para trajes de novia. Con el tema de los vestidos de novia, tengo que reconocer que soy completamente un pez fuera del agua y no sabía ni por donde coger el tema ni lo que me gustaba realmente. Me gustaban todos y ninguno, pero no había nada en concreto que me llamara la atención”, reconoce.

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Dos looks mejor que uno

En una de las visitas que Beatriz hizo a Sevilla para reunirse con Nicolás con motivo del proyecto que tienen entre manos, ella se lo propuso y él ya había ideado dos vestidos para la ocasión: “literalmente fueron amor a primera vista, eran exactamente yo misma, mi personalidad convertida en vestido para dos eventos totalmente opuestos: la iglesia y el sacramento del matrimonio y posteriormente la fiesta y la noche de gala”. 

El primero mantenía la sobriedad y la sencillez con líneas limpias, mangas largas y corte recto, pero impresionaba por una capa bordada a mano por el equipo de Nicolás Montenegro, con motivos de ángeles: “rompía con el aspecto clásico de la novia, pero a la vez hacía el atuendo más clásico que nunca, con referencias, ‘los angelitos’, que me acercaban a lo que iba a pasar en la iglesia. Recordaba a una tela antigua, a España y a lo tradicional”.

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El segundo, sin embargo, huía de las propuestas más habituales, en clave moderna. Un diseño largo, con escote halter, sin mangas, con espalda descubierta y otro tejido especial: “bordado a mano con abalorios transparentes, inspirado en el viaje del Nilo y las fiestas de los años 20, con un chal incorporado de seda transparente que podía usarse como tal sobre los hombros o como elemento decorativo del vestido”.

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Accesorios con significado

Para completar sus dos estilismos, Beatriz llevó los pendientes y el anillo de su abuela, a la que echa mucho de menos. “Mi abuela, la madre de mi madre, no podía faltar. Se fue hace un par de años, pero sé lo contenta que hubiera estado celebrando con nosotros y sé que estuvo especialmente presente ese día a su manera”, señala emocionada. Tampoco pasó desapercibido el pasador de Suma Cruz que colocó alrededor del moño, un accesorio con los tres girasoles característicos de la firma. “También hacen referencia a los cultivos de Castilla, que se especializan en girasol entre otros, por eso la razón de este diseño sencillo pero representativo”, indica.

El ramo de novia fue una oda a lo silvestre. Nuestra protagonista buscaba un diseño floral desordenado, a diferentes alturas, con flores de temporada como recién recogidas. Quería huir de lo artificial y lo uniforme, para que estuviera en sintonía con su capa especial y así fue. “Se lo encargamos a Byndesign. Como ellas habían elegido conmigo todas las flores de la boda, con colores más animados como los granates, verdes, azules, amarillos, etcétera. Tenía sentido que ellas hicieran también el ramo. ¡Lo consiguieron con creces!”, apunta.

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En clave ‘beauty’

El último, pero no por ello menos importante, detalle de su look fue en clave ‘beauty’. Maquillaje y peluquería fueron de la mano para sacar la belleza natural de Beatriz. Precisamente la naturalidad y la frescura fueron claves para triunfar con un rostro luminoso y un recogido de bailarina clásico. “Tenía muy claro que lo haría mi peluquero habitual, que no solo me peina a mí, sino también a mi madre y mis hermanas desde que vivimos en Madrid. Por ello no podría ser otro que Pepito (@pepitojuezatico). Sabe perfectamente mis gustos, soy de maquillaje natural, normalmente no me maquillo, y eso fue exactamente lo que hizo”, explica.

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Dos días de auténtico disfrute

Más allá del look, durante los preparativos, los novios tuvieron que perfilar los dos días, de preboda y boda, en los que atenderían a sus invitados. Beatriz preparó dos jornadas de auténtico disfrute. El viernes los invitados se trasladaron a Dehesa Los Canónigos, a degustar buen vino, disfrutar de las vistas y degustar una barbacoa diferente. “Con cocineros en directo durante toda la velada con carnes típicas de la zona, que tiene una gastronomía de carnes de mucha calidad (para mí las mejores de España y no es porque sea Castellana)”, matiza. Todo amenizado con la música cubana en directo de Grupo Alborada.

Al día siguiente tuvo lugar la ceremonia en el monasterio y un cóctel de gala por la tarde. Para organizarlo todo, el equipo de Castilla Termal Valbuena se puso a disposición de los novios y ellos confiaron en los proveedores habituales, pues conocían las particularidades del espacio a la perfección. “Para las flores y la papelería (minuta, meseros, flores de la Iglesia, del cóctel de la mañana y decoración y flores de la cena), Byndesign, y para audiovisuales, AV Sistemas. Preferí ir a lo seguro y valoré su experiencia, antes que innovar y traerme proveedores de Madrid que no conocieran el monasterio ni sus características específicas. Me aconsejaron muy bien”. Alejandra Ortiz y Two Brothers fueron los encargados de la fotografía y el vídeo respectivamente.

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Decoración a medida

Sin duda, además de un menú delicioso, la decoración fue aquello en lo que se fijaron los invitados, que también valoraron el impresionante escenario. “Los espacios son históricos, la iglesia data del siglo XII y el monasterio también, por lo que no podían estar muy recargados porque ya de por si son espectaculares y no necesitan mucho más para destacar”, introduce Beatriz. Por eso, cada uno de los rincones estaba estudiado al milímetro, sin ánimo de camuflar la belleza del enclave.

Con Byndesign definieron las zonas a decorar con especial atención: el arco, la entrada y el altar de la iglesia; el arco de acceso a la cena y los laterales del refectorio. “Mi estilo es más bien color, por lo que todas las flores eran de temporada y con mucho color. Pusimos velas por donde pasaban los invitados para darle un aspecto más espectacular. En las mesas, al ser alargadas, decidimos combinar flores con velas, pero sin sobrecargarlas mucho”, comparte. Querían que los invitados pudieran hablar de un rincón de la mesa a otro y buscaban construir un ambiente familiar con ayuda de las luces de colores. Porque en la boda de Beatriz y Nico todo estaba medido al milímetro para que los invitados disfrutasen. Siempre pensaron en ellos, con el fin de que aquel maravilloso día fuera se convirtiera, para todos, en un recuerdo tan feliz como el que guardan los propios novios.