Desmontando mitos: ¿Los hermanos mayores son, de verdad, más inteligentes y responsables?

Un hermano puede convertirse en el mejor compañero de juegos, pero, también, en un ‘rival’. Sobre todo, si atendemos a algunos de los mitos más conocidos que existen en torno a la relación que se establece entre ellos. Seguro que en más de una ocasión has escuchado aquello de que el mayor es más inteligente, responsable, exitoso… dejando así en una peor posición a los que llegan después.

Pero, ¿hasta qué punto es cierto? ¿Se trata tan sólo de habladurías o su crianza tiene algo que ver? Hablamos con Abel Domínguez, psicólogo sanitario y director de Domínguez Psicólogos (dominguezpsicologosmadrid.com), para averiguar más sobre ello.

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La mayoría de estudios que lo afirman son meras estadísticas

El psicólogo nos explica que todas esas afirmaciones de que el mayor es más responsable e inteligente que el pequeño han calado tanto en nuestra sociedad, que existen numerosos estudios que han tratado de arrojar luz sobre el asunto. “Así, se ha ido estudiando qué cosas dependen de las pautas de crianza y cuáles de la genética y de la personalidad, de los rasgos de carácter de los niños y las niñas”, comenta.

De hecho, una de las últimas investigaciones, realizada por la Universidad de Houston, revelaba todo lo contrario a lo que se escucha habitualmente: que el orden de nacimiento no determina ni la inteligencia ni la responsabilidad de los niños.  

Por ello, Abel Domínguez recalca que no debemos olvidar que, al fin y al cabo, todos éstos son estudios estadísticos. Es decir, “que en ningún momento podemos achacarles causalidad: que un niño sea el primogénito no significa que sea de una determinada forma u otra”.

Las pautas de crianza son diferentes

“Cada familia recibe al primer niño con toda su energía, ganas… y, por la vida misma, los siguientes no reciben todo esto igual”, comenta el psicólogo. Con ello no quiere decir que no se esperen con gran ilusión, pero sí es cierto que la llegada del segundo o el tercero ya supone la atención de un hijo más. A lo que también hay que sumar todas las obligaciones diarias, con lo cual, de alguna forma, toda esa atención, energía… se dividen.

“El primogénito parte con esta diferencia, este ‘extra’, y aunque el segundo no cuente con ello, al final, vive otra realidad. Cada uno tendrá lo mejor de sus padres y madres”, añade.

El experto insiste en que se trata de meras diferencias, no de que uno sea mejor que el otro. Por ejemplo, el primer hermano contará, probablemente, con unos padres inexpertos, más desconfiados y mucho más tensos, y el segundo, por el contrario, se encontrará con unos progenitores que ya saben cómo actuar en cada caso. La experiencia es un grado.

Los primogénitos sí suelen ser más responsables… pero por una cuestión social

Abel Domínguez afirma que, en efecto, los mayores suelen tener más responsabilidad por una cuestión muy sencilla: su entorno se lo hace ver de esta manera. Desde sus padres a las personas que componen la misma sociedad, todos tienen unas expectativas hacia ellos al tratarse de los primogénitos. Se espera que cuiden, guíen… a sus hermanos pequeños, y por este mismo motivo, tienen también una cierta identidad que se refleja en el ‘shock’ que experimentan con la llegada de ese nuevo hermanito.

Eso sí, a partir de ese momento, lo habitual es que asuman un rol de cuidado, protección… y al final es normal que, a veces, vean a sus padres un poco ‘desesperados’ con el pequeño, “y acaben siendo ellos los primeros en ceder y obedecer”.

Ese tópico de responsabilidad puede condicionar su desarrollo, también porque todo el mundo aguarda ese comportamiento 'modelo' por su parte. Si cumplen las expectativas, estarán contentos, y si no lo hacen, decepcionados.

La inteligencia depende de la genética y de la crianza

No por nacer el primero genéticamente se nace más inteligente. Simplemente, los mayores tienen que asumir responsabilidades antes que los pequeños, y esto puede darle una identidad en ciertos momentos de su vida.

Sin embargo, el psicólogo recuerda que nos solemos olvidar de que el pequeño no tiene que hacerse cargo de nadie, y el mayor le estimula, así que hay algunos conocimientos que incluso los adquiere antes de lo que le tocaría a nivel evolutivo.

Asimismo, nos comenta que la inteligencia depende, en gran medida, de la genética del niño, y también de las pautas de crianza. Pero ser inteligente no significa ser el más exitoso, y “los padres debemos tener claro lo que es éxito en cada sociedad”, un concepto que varía en función del continente e incluso del país en el que se habite.

“Creo que el éxito sería transmitir los valores a nuestros hijos y también adecuar las oportunidades a cada uno”, reflexiona. Por ello también asegura que los padres no crían a sus pequeños por igual. Cada niño es un mundo, por lo que, si se ofrece lo mismo a un niño que destaca en unas áreas y a otro que sobresale en otras, no tendrán las mismas posibilidades.

Lo que se va a intentar es darles los medios para que sean felices, y se formen, pero adaptándolos a la personalidad de cada uno. “Hay que dar oportunidades según personalidad”, asevera.

El papel de los padres siempre es fundamental

Los padres tienen que ver en este desarrollo y forma de actuar, en la forma que tienen los niños de percibir el mundo. “La personalidad se adquiere, y en un momento dado se cristaliza en la fase de la adolescencia”, resalta Abel Domínguez.

El especialista comenta que todos nacemos con ciertos rasgos de carácter que nos diferencian como individuos, pero, a medida que nos vamos desarrollando, adquirimos cierta forma de ver la vida y actuar ante ella (lo que se conoce como personalidad). Y, en todo este proceso, quienes les acompañan son los padres, que dirigirán, en parte, la relación de los hermanos.

Desde el punto de vista del psicólogo, es normal que haya una rivalidad fraternal entre el mayor y el pequeño, pero la labor de los progenitores es dirigir dicha competición para que se transforme en una cooperación. Aunque, a veces, resulte exasperante (como, por ejemplo, cuando se alían los hermanos para obtener algo de ellos).

“Se han criado bajo el mismo techo, con las mismas pautas de aprendizaje, y eso, de alguna forma, les une y les separa al mismo tiempo. Lo mejor es que los padres que se relajen con la rivalidad fraterna y no le den a cada uno la parcela de atención”, aconseja. Dado que, sin darse cuenta, se corre el peligro de fomentar una mala relación futura entre los hermanos.

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