En un principio, había decidido callar pero en un actor de total valentía, Salma Hayek ha decidido contar su historia y cómo pasó años difíciles a manos del productor Harvey Weinstein que se encuentra envuelto en un sinfín de acusaciones de acoso sexual. Uniéndose a Gwyneth Paltrow, Angelina Jolie y otras actrices, Salma ha querido abrir su corazón y de propia voz contar lo que ella sufrió en un escrito para el New York Times.
“Harvey Weinstein era un apasionado cinéfilo, un tomador de riesgos, un patrón de talento en el mundo del cine, un padre amoroso y un monstruo. Por años, él fue mí monstruo”, comienza esta larga y detallada epístola de la actriz. “Este otoño se me acercaron reporteros, a través de diferentes fuentes, incluyendo a mi querida amiga Ashley Judd, para hablar sobre un episodio de mi vida, que aunque doloroso, pensé que había dejado atrás. Me había convencido a mí misma de pensar que había acabado y que había sobrevivido; me escondí de la responsabilidad de hablar con la excusa de que suficientes personas ya se habían involucrado a la luz de mi monstruo. No pensé que mi voz fuera importante ni que hiciera una diferencia”.
“En realidad, estaba tratando de salvarme a mí misma del reto de explicarle muchas cosas a mis seres queridos: por qué, cuando casualmente había mencionado que como muchos otros había sido bulleada por Harvey, había excluido algunos detalles. Y por qué, por muchos años habíamos sido cordiales con un hombre que me había lastimado tanto. Estaba orgullosa por mi capacidad de personar, pero el mero hecho de que estaba avergonzada de describir los detalles de lo que había perdonado me hizo preguntarme si ese capítulo de mi vida en verdad había sido resuelto”.
“Cuando tantas mujeres salieron a describir lo que Harvey les había hecho, tuve que hacer frente a mi cobardía y humildemente aceptar que mi historia, tan importante como fue para mí, no era sino una gota en un océano de dolor y confusión. Sentí que para ahora a nadie le importaría mi dolor, tal vez esto era resultado de las muchas veces en las que me dijeron, especialmente Harvey, que yo no era nadie”. En el texto, la actriz reflexiona sobre la situación y cómo afectó a tantas mujeres. Para dar inicio a su relato narra cómo tardó 14 años en pasar de ser una actriz de telenovelas en México, a hacer algunos pequeños papeles en algunas películas, hasta consolidar un poco más su carrera en Hollywood.
Siempre inspirada por Frida Kahlo, Salma decidió lucha por un lugar en la competida industria. Fue así como tomó como misión personal el querer llevar su vida a la pantalla grande. Su admiración por Miramax, empresa de Weinstein la llevó a querer que fuera esa distribuidora la que estuviera detrás de su proyecto más importante. “Sabía poco de él a través de mi relación con el director Robert Rodriguez y de la productora Elizabeth Avellan, que era su esposa en ese entonces, con quien había trabajado en varias películas y quien me había tomado bajo sus alas. Todo lo que sabía en ese momento era que Harvey tenía un gran intelecto, era un amigo leal y un hombre de familia”, explica Hayek, “Sabiendo lo que sé ahora, me pregunto si mi amistad con ellos –y con Quentin Tarantino y George Clooney- lo que me salvó de ser violada”.
Salma continúa explicando el acuerdo al que llegaron en el que aunque Salma sería actriz y productora de la cinta, ganaría el sueldo mínimo más 10% del Sindicato de Actores además de un crédito en la película que no estaba definido. A cambio tenía que firmar un contrato con Miramax para varias películas, lo que en ese momento la mexicana vio como lo ideal para consolidarse. “No me importaba el dinero; estaba muy emocionada por trabajar con él y su compañía. En mi ingenuidad, pensé que mi sueño se había hecho realidad. Él había validad los últimos 14 años de mi vida. Había apostado por mí, una don nadie. Había dicho que sí. Poco me imaginaba que sería mi turno de decir que no”.
“No a abrirle la puerta a todas horas, hotel tras hotel, locación tras locación, en donde se aparecería inesperadamente, incluyendo una locación en donde estaba haciendo una película en la que él no estaba involucrado. No a tomar una ducha con él. No a dejar que me viera bañarme. No a dejar que me diera un masaje. No a dejar que su amigo desnudo me diera un masaje. No a dejar que me hiciera sexo oral. No a desnudarme con otra mujer. No, no, no, no, no…”
“Creo que no odiaba nada más que la palabra ‘no’. Lo absurdo de sus demandas iba desde llamarme furioso a media noche para pedirme que corriera a mi agente por una pelea que estaban teniendo sobre una película diferente con un cliente diferente hasta arrastrarme físicamente fuera de la gala de inauguración del Festival de Cine de Venecia, que era en honor a Frida, para poder estar con él en su fiesta privada con algunas mujeres que pensé que eran modelos y después me dijeron que eran prostitutas”.
“Sus tácticas de persuasión pasaron de halagarme a aquella vez, durante un ataque de furia cuando me dijo las aterrantes palabras: ‘Te mataré, no creas que no puedo’”. Salma continúa con su relato. “Cuando finalmente estuvo convencido de que no me iba a ganar la película de la forma que él esperaba, me dijo que había ofrecido mi papel y mi guion con tantos años de investigación a otra actriz. En sus ojos, yo no era una artista. Ni siquiera una persona. Era una cosa: nadie, solo un cuerpo”.
Ante esto, Salma intentó probar con sus abogados pero no por acoso sexual sino por las malas prácticas con la película. Para recuperar su cinta, Weinstein pidió a Salma cuatro cosas que parecían imposibles de conseguir: reescribir el guion sin presupuesto para esto, subir a 10 millones el financiamiento de la cinta, tener un director reconocido y cuatro actores famosos para personajes más pequeños. Sorprendentemente, lo logró con la ayuda de Edward Norton, la productora Margaret Perenchio, Julie Taymor, Antonio Banderas, Ashley Judd y Geoffrey Rush.
“Irónicamente, una vez que empezamos a filmar, el acoso sexual se detuvo pero la ira escaló”, explica Salma, al narrar cómo Weinstein se opuso a que tuviera la ceja poblada en la cinta. “Le pidió a todos que salieran del cuarto excepto a mí. Me dijo que lo único que tenía era mi sex appeal y que no había nada de eso en la cinta”.
La actriz explica que ese tipo de descalificación le fue muy dura, pues su única intención era ser reconocida por su trabajo. En ese momento Harvey había detenido la producción a menos de que Salma aceptara una condición: “Me ofreció la opción de continuar. Me dejaría acabar la película si aceptaba tener una escena sexual con otra mujer. Y exigía un desnudo frontal total”. Aunque Hayek logró que la directora surgiera con otra idea, había algo claro: “Nunca me iba a dejar acabar esta película sin tener su fantasía de una forma u otra. No había espacio a negociaciones”.
Con tal de rescatar su película, Salma decidió aceptar la escena, al llegar a hacerlo: “Por primera y última vez en mi carrera, tuve un colapso nervioso: Mi cuerpo comenzó a temblar incontrolablemente, me faltaba el aire y comencé a llorar y llorar sin poder parar, es como si estuviera vomitando lágrimas”.
“No era porque estuviera desnuda con otra mujer. Era porque estaba desnuda con ella por Harvey Weinstein. Pero no podía decir eso”. La película terminó siendo suficientemente buena para publicarse, pero Salma decidió alejarse de la postproducción. “Aun cuando Frida acabó ganando dos Oscares, de todas formas no la disfruté”.
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“Años después me lo encontré en un evento, me llevó a un lado y me dijo que había dejado de fumar y que había tenido un infarto. Se había enamorado y casado con Georgina Chapman, era un hombre cambiado. Finalmente, me dijo: ‘Lo hiciste bien en Frida, hicimos una película hermosa’. Le creí. Harvey nunca sabría lo mucho que significaron esas palabras para mí. Tampoco sabría lo mucho que me lastimó. Nunca le mostré a Harvey que estaba terrada de él. Cuando lo veía socialmente, le sonreía y trataba de recordar las cosas buenas de él pensando que había ido a la guerra y había ganado”.
Salma explica que hasta que no haya igualdad en la industria, se tendrán depredadores como Weinstein. “Estoy agradecida con todo aquel que ha escuchado nuestras experiencias. Espero que al sumar mi voz al coro de aquellos que finalmente hablaron expliquemos porque es tan difícil y porque muchas de nosotras esperamos tanto. Los hombres acosaban sexualmente porque podían. Las mujeres estamos hablando hoy, porque es una nueva era y porque podemos”, finaliza Salma en este texto para el New York Times.