¿Te cuesta pasar página cuando una relación se rompe?

Generalmente lo asociamos a una relación de pareja, sin embargo, también las relaciones laborales, familiares, sociales y de amistad sufren en muchas ocasiones el final de una historia de comunicación

Por Pilar Hernán

Cuando una relación llega a su fin, toca volver a empezar, lo que todos conocemos como ‘pasar página’. Un acto que, en ocasiones, cuesta, y mucho. “El término ‘pasar página’ viene referido a cerrar una etapa en el proceso de ruptura de una relación. Generalmente lo asociamos a una relación de pareja, sin embargo, también las relaciones laborales, familiares, sociales y de amistad sufren en muchas ocasiones el final de una historia de comunicación. Pasar página viene aludiendo a seguir avanzando en ese libro que es la vida”, nos explica Pilar Guerra Escudero, psicóloga clínica y coach ejecutivo, a quien le preguntamos por qué nos cuesta hacerlo. “Seguramente porque la expectativa es demasiado alta, a veces casi imposible, por lo que en muchas ocasiones nos quedamos en la página 10 más tiempo del que hubiésemos deseado”, nos dice.

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Distintas formas de afrontar el fin de una relación

La psicóloga nos detalla, eso sí, que hay personas con una mayor capacidad de sentido práctico a las que no les cuesta poner fin a las relaciones de pareja. “Basan su vida en la consecución de objetivos y van de foco en foco, con la fuerza de un incendio. El sentido práctico les hace vincularse de una manera superficialmente elegida y se entrelazan por ello sin traumas, por lo que la ruptura es solo el fin a lo que hubo, sin sufrimiento”, nos explica. Y mientras, en el otro lado, está el tanto por ciento más numeroso: el mundo de los empáticos a los que poner fin a una relación les produce una verdadera dificultad.

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No solo en las relaciones de pareja

Como decíamos, es un problema que no solo ocurre en lo referente a las relaciones de pareja. “Pasar página tiene una obligatoriedad mal entendida, ya que es una creencia impuesta socialmente, heredada de generación en generación y muy difícil de llevar a cabo en las relaciones de otro tipo que no sean solo las relaciones de pareja, como son las laborales, las familiares y las de amigos. Pareciera como si los conflictos no fueran un detonante para la ruptura. Esto significa que soportamos las desavenencias o sostenemos las relaciones disfuncionales con un jefe, un hermano o un amigo más tiempo de lo que lo hacemos con las relaciones sentimentales. Está más que permitido en nuestra sociedad aconsejar un divorcio cuando la relación no fluye, que aconsejar una ruptura con tu propia madre. Pareciera como si el vínculo consanguíneo fuera algo moralmente irrompible y, sin embargo, en la actualidad hay un permiso para consumir divorcios”, apunta la psicóloga, que añade que el mero hecho de esta creencia limitante hace que en muchas ocasiones las parejas rompan de manera traumática e incluso lo peor sería que se mantuviese ese sufrimiento tras mucho tiempo después con verdadero dolor que ni por asomo permita ese pasado de página tan obligado. Habría que hacer entonces un ejercicio de visión para vernos en el futuro con nuestra pareja rota y realmente darnos cuenta de si estamos emocionalmente preparados para poder romperla.

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No cosificar a la otra persona

Pilar Guerra matiza que el término pasar página es a veces utilizado con demasiada frivolidad, ya que en ocasiones viene referenciado a cosificar al otro, cuando a una persona empática le es difícil ya que estamos caracterizados por ser y sentirnos humanos y ver y sentir al otro como un humano también. “Si nos obligamos entonces a pasar página estamos obligándonos indirectamente a olvidar al otro, a seguir a rajatabla el dicho de que un clavo saca a otro clavo y esto no es así. Pasar página es una expectativa altísima, por lo que la frustración por no poder hacerlo es altísima también, ya que nos obligamos a olvidar a esa persona. Las relaciones son imposibles de olvidar ya que los vínculos son dificilísimos de romper. Podemos gestionar el dolor de las rupturas, pero jamás podremos controlar el que no nos duela”, puntualiza.

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Darnos tiempo y permitirnos sufrir

La psicóloga apunta una frase que es, cuando menos, llamativa: “Permitirnos sufrir es el antídoto para no sufrir tanto”. ¿A qué se refiere con esto? “La sociedad también nos obliga a un paradigma inalcanzable que es el de parecer fuerte, ocultando nuestras emociones negativas, símbolo de debilidad. A mi juicio, poder verbalizar y expresar que nos es difícil estar alegres cuando rompemos una relación es el mejor ejemplo que tenemos para demostrar la gran fortaleza de la que somos capaces de tener. La dificultad en dejarnos tiempo para permitirnos los procesos tan dolorosos tras las rupturas tan dolorosas es otro de los motivos por los que nos cuesta tanto desprendernos de vínculos que se han roto. La mítica frase de lo que se resiste persiste es un claro ejemplo de que todo aquello que nos resistimos a admitir es justo lo que se resiste al olvido y permanece en el tiempo. Si interpretásemos, por el contrario, como natural que todo proceso necesita una elaboración, dejaríamos las prisas a un lado y aprenderíamos a afrontar la madurez que hace falta para aceptar cualquiera de los sucesos que nos acontecen en nuestra vida”, nos comenta.

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Otros motivos por los que cuesta ‘pasar página’

  • "La nefasta interpretación que hacemos al diferenciar las emociones malas de las buenas es otro de los motivos por los que nos cuesta tanto las rupturas; estar triste lo solemos interpretar como algo a evitar por ello nos obligamos a pasar esa página imposible cuando en realidad pasar por un estado deprimido tras una ruptura tan solo es el polo negativo de un continuo que es la vida donde la alegría por el contrario ocupa el lugar de polo positivo pero no por ello esta alegría es más lícita que la tristeza”, explica.
  • Por otro lado, en muchísimas ocasiones las rupturas nos cuestan más tiempo y más sufrimiento porque nuestra personalidad está contaminada por una adicción que nos lleva a la dependencia emocional, encargada de vincularnos en extremo con las personas, en general, y con las parejas, en particular. Así, Pilar Guerra nos explica que las personas dependientes emocionales generan una resistencia extrema ante las rupturas por la necesidad imperiosa de sentirse amados o aceptados, con el fin de reforzar su autoestima. Si alguien les deja, la sensación de abandono es tan intensa que no les permite elaborar el duelo como un proceso natural y convierten el dolor lógico de una ruptura en un sufrimiento muy elevado, llegando incluso a hacer enfermedades psicológicas y en ocasiones psiquiátricas.
  • Por último, la experta detalla que en otras muchas ocasiones también la dificultad en poder elaborar una ruptura y no sentirse contaminado por ésta en el resto de las áreas importantes de la vida de una persona viene dado por haber hecho un vínculo traumático con la pareja. “El vínculo traumático viene como consecuencia de haber permanecido en una relación de abuso emocional o maltrato psicológico. Estas relaciones disfuncionales impiden hacer un duelo normalizado y las personas permanecen por años en estos duelos patológicos que acaban llegando a ser diagnosticados incluso con trastorno de estrés postraumático”, comenta.