Si todos los turistas vivieran en un país, sería el más contaminante del planeta

Minimizar nuestro impacto sobre el medio ambiente es una cuestión que necesita de toda nuestra atención y esfuerzo, pero esta situación se vuelve aun más compleja cuando viajamos.

Por Cristina Soria

En el libro “Exceso de equipaje”, un ensayo sobre cómo impacta el turismo en el medio ambiente, Pedro Bravo establece una comparación acerca de cómo sería un país habitado únicamente por turistas. Tomando datos de la Organización Mundial del Turismo, Bravo llega a la conclusión que de existir esta nación, sería la tercera que más contaminaría de todas las existentes en el mundo, solo superada por China y Estados Unidos, y desbancando del tercer puesto a la India.

Como afirma Bravo en su trabajo de investigación, los turistas contribuyen en buena medida a la contaminación por la tremenda huella de carbono que genera su transporte, y en concreto el avión, que es el medio más contaminante. Bravo estima que el transporta equivale a un 75% de todas las emisiones responsables del efecto invernadero. Se estima que por una hora de vuelo, un avión  expulsa a la atmósfera 435 kilos de dióxido de carbono.

La joven activista sueca, Greta Thunberg ha sido un ejemplo respecto a la huella de carbono que dejan los viajes y se ha negado públicamente a coger un avión para asistir a las ponencias y conferencias a las que asiste, y anima a todos a que rechacen volar para sus viajes. Recientemente Thunberg ha sido invitada a un acto en EE.UU, y la forma que ha elegido para viajar ha sido el barco, en una embarcación especialmente diseñada para minimizar su impacto sobre el medio ambiente.

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Turismo, una vida provisional

Según la OMT, al año viajan alrededor de 1.300 millones de personas. Esto significa que abandonan sus casas durante un tiempo anual que abarca entre una semana y un mes. Además del transporte, otra de las circunstancias que hacen de los viajeros personas poco responsables con el medio ambiente es que sus viajes constituyen solo una etapa provisional de sus vidas, un tiempo en el que son solo consumidores.

Aunque no debería ser así, el arraigo y el cariño por el lugar en el que se vive es una de las motivaciones más usuales para mantener un entorno limpio. Cuanto más habituados estamos a un lugar y más aprecio le guardamos, es más probable que contribuyamos positivamente a que esté libre de contaminación porque, además, podemos tomar ideas más maduradas sobre cómo poder mejorar esta situación y el esfuerzo que nos lleva lo realizamos con cierta sensación de que revierte sobre nosotros.

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Sin embargo, los turistas viven un tiempo de excepción como clientes, en lugares que no conocen y de los que no pueden responsabilizarse en exceso acerca de cómo reciclar o  por qué alternativas ecológicas decantarse para la movilidad o el consumo. Sin una probable mala intención, los turistas no disponen de todos los datos, del tiempo y del esfuerzo necesario para mantener decisiones sostenibles a lo largo de sus viajes, y este hecho es cada vez más preocupante dado que el turismo no deja de crecer, ya que según la OMT mantiene un ascenso anual de alrededor del 5%.

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Iniciativas sostenibles

Hay muchos hábitos de consumo que deberán ser repensados para comprender si en el futuro podremos seguir viviendo como lo hacemos ahora. Hay muchas actividades que no solo son perjudiciales para el planeta, sino que directamente no disponen de una versión que no sea dañina.

Sin embargo, si ponemos en práctica la inteligencia colectiva, y toda la sociedad es capaz de modificar sus hábitos, una de las primeras condiciones para viajar a una destino debería ser comprender en qué podemos afectar a su sostenibilidad y cómo adaptarnos. Detalles tan sencillos como entender los sistemas de reciclaje de cada país, que lugares no deberíamos visitar porque estamos contribuyendo a su degradación ecológica y cómo minimizar los traslados en avión o en otros medios contaminantes.

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