Medio ambiente

Las granjas industriales de producción cárnica son una de las principales fuentes de contaminación

Según estudios recientes, son responsables de más contaminación que toda la industria petrolífera junta.

Por Cristina Soria

La cantidad de agua que se necesita para que un filete de carne llegue a tu mesa es increíble, y lo cierto es que está muy lejos de lo que se puede permitir el planeta. Además, la cría de animales en granjas de ganado produce serios problemas de huella de carbono. Los datos apuntan a que en el año 2050 la producción de carne para el consumo humano será insostenible.

Existen multitud de indicadores que apuntan a que, si bien es inasumible para el planeta la huella de carbono producida por los combustibles fósiles, tampoco lo es la producción de carne y lácteos como hasta ahora. 

Uno de los indicadores más dañinos para el planeta es el consumo de agua de las reses destinadas a la producción cárnica. A los millones de toneladas de agua destinadas a su alimentación e higiene hay que sumarles las que se contaminan por las heces de estos animales y por los productos químicos que se utilizan en su procesos de fertilidad y crecimiento.

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Se estima que la mitad del agua que se consume en todo Estados Unidos es el equivalente al agua que se destina a nivel mundial para la producción de las industrias cárnicas. Para producir medio kilo de pollo se invierten 2.000 litros de agua y 7.000 si es ternera. 

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A esta equivalencia se le denomina huella hídrica y es un indicador muy importante porque los recursos naturales del planeta son finitos y están en crisis con un ascenso imparable de la población humana mundial y unos procesos de reciclaje y reabastecimiento deficitarios. Es decir, que el planeta no logra reponer el agua (ni otros elementos naturales fundamentales para la vida) al ritmo en el que se están consumiendo, con el subsiguiente colapso para la habitabilidad del planeta que eso puede producir.

Todo proceso de ganadería o agricultura precisa de agua en cantidades que nos sorprenderían: Un manojo de brócoli necesita cerca de 125 litros de agua para su desarrollo, y los tomates casi 100 litros. Sin embargo, estas cantidades evidencian que la huella hídrica de los productos cárnicos es inasumible, pues no consumir un filete de ternera equivale a ahorrar agua de ducha durante medio año.

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La superpoblación de animales

Igual que el planeta no está preparado para un crecimiento tan exponencial de seres humanos, que hemos pasado de 2.000 millones hace apenas 100 años a 7.000 millones ahora, tampoco está preparado para la cría de tantos animales. Por esta razón, las vías por las que se pueden reciclar sus excrementos se colapsan la posibilidad de darles otros usos. Se suele creer que el excremento de animal es buen abono, y así es, pero no en cantidades industriales.

Son estos excrementos los responsables del 80% de los gases que producen el efecto invernadero en el planeta tierra según el Instituto de la Agricultura y el Comercio (IATP). Además, según la FAO dependiente de las Naciones Unidas, estas emisiones de dióxido de carbono se reduciría en un 73% si se dejara de consumir productos cárnicos de origen industrial.

La contaminación, además, supone un perjuicio para otros animales, pues la aguas fecales de los animales son vertidas a los océanos, sin depurar, pues las normativas de la mayoría de los países no son demasiado estrictas sobre este aspecto, y son cantidades de aguas residuales muy considerables que, en gran medida, llevan aditivos médicos y hormonales. Cuando estas aguas llegan al mar, son capaces de provocar malformaciones en las colonias de peces marinos y afectar de forma muy negativa en ellos, acabando así con la flora y fauna autóctona.

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