Claves para comer bien cuando llega el fin de semana

Cuando llega el fin de semana los horarios vitales se vuelven locos y nos apetece un caprichito culinario. ¿Qué impacto tiene eso en nuestra dieta?

Por Cristina Soria

Los nutricionistas coinciden de pleno en que la regla de oro para que una dieta funcione es que sea sostenible en el tiempo y que podamos extenderla para siempre, porque funciona como una manera saludable de organizar nuestra alimentación, y no tanto como un reto puntual.

El efecto rebote de las dietas se da cuando sentimos que hemos hecho un esfuerzo suficiente, y entonces bajamos la guardia dándonos un respiro. Ese “capricho” nos produce un retroceso, y los fines de semana pueden significar esa piedra en el camino. No tanto para conseguir bajar de peso, que sería una meta a largo plazo, sino que el propio fin de semana puede significar un paréntesis que eche por tierra el esfuerzo que hemos hecho durante la semana y que nos haga sentir peor cuando llega el lunes.

Lo que pasa durante el fin de semana, NO se queda en el fin de semana

El problema de base es que durante la semana tal vez degustamos con excesivas expectativas la llegada del fin de semana, y vamos preparando el terreno para ser infieles a una alimentación más controlada. Aunque puede que simplemente cuando llega el sábado tenemos ganas de  echar las culpas debajo de la alfombra y entonar un “¡Que me quiten lo bailado”.

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Sin embargo, el efecto en nuestra alimentación no es positivo, porque ponemos en peligro el esfuerzo realizado durante la semana, Y lo que es más importante: estamos impactando en nuestra alimentación, generando altibajos en los que somos coherentes con una alimentación saludable, y por el momento abandonamos y viciamos nuestra dieta haciendo la vista gorda durante dos días.

Los términos medios suelen ser los más coherentes: debes tener libertad para comer aquello que te apetezca si crees que puedes hacerte responsable de ello, pero es muy importante sentar las bases para que ese “capricho” esté bien integrado en tu alimentación y no sea un impacto contundente. Aprende a organizar tu alimentación más allá de los días laborables y a la larga todo saldrá mejor.

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Los fines de semana también son tu responsabilidad

Es muy razonable que tu alimentación varié en fin de semana, porque tu rutina cambia drásticamente, y no te levantas de la cama a la misma hora, no estás sujeta a tus obligaciones diarias y tu rutina se enmarca en la de otras personas a las que no ves entre semana: pareja, hijos, padres, amigos…

Por eso es necesario que, aunque tus horarios no sea los mismos que entre semana, tengas en cuenta cuáles son la horas a las que sueles comer y las respetes. Esto puede evitar que pases más de 4 horas sin comer y que, cuando por fin llegue la hora de pedir o servirte, no se te vaya la mano.

Planifica qué vas a comer durante el fin de semana de la misma manera que deberías estar planificando qué comes entre semana. Así, cuando llegue el momento de sentarte a comer no habrá espacio para la improvisación, pues en esos casos suele ganar la opción más rápida, impulsiva y menos saludable.

Ten en cuenta que la “recompensa” por lo bien que te estás portando entre semana puedes dártela el día que tú quieras, no tiene por qué ser el fin de semana. Pero que en todo caso no es cuestión de exagerar en las cantidades. Si comes de más en fin de semana estarás teniendo un doble castigo, retroceder en la dieta y perder el resto del día. Porque tras una comida copiosa podrías sentirte hinchada y somnolienta.

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Cesiones sociales, las justas

No des por irrenunciables actos sociales como beber alcohol o bebidas azucaradas, a menos que seas consciente de que esa es tu decisión. Porque si tal vez no los consumes entre semana, tu cuerpo tampoco te los está pidiendo en fin de semana, pero la presión social y la costumbre en ocasiones hace que no veamos otra alternativa, y no hay nada más lamentable que quebrar una dieta cuando en el fondo ni siquiera lo deseabas.

Y aprovecha el tiempo. Si algo bueno tiene el fin de semana es que puedes dedicar más espacio a comer y a disfrutar de la comida. Puedes saborear los alimentos deteniéndote un instante a saborearlos y a masticar con más placer. Tal vez el “capricho” no sea comer más cantidad o menos saludable, sino poder elaborar platos más apetecibles y pararte a disfrutarlos, pero con el mismo aporte calórico.

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