Alimentación sostenible: diez hábitos en la mesa que ayudan a cuidar del planeta

Si apuestas por los pequeños gestos cotidianos que te sugerimos no solo te lo agradecerá el medio ambiente, sino también tu salud…¡y tu paladar!

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Es cierto que en cuestiones de sostenibilidad, como en otras muchas cosas, no toda la responsabilidad está en nuestras manos: las decisiones a gran escala son, sin duda, claves (leyes por parte de las distintas administraciones, líneas estratégicas por parte de las grandes compañías…). Pero también es cierto que, a nivel individual, nosotros, común de los mortales, también podemos aportar nuestro particular granito de arena siguiendo ciertas pautas de comportamiento (y, quizá lo más importante, olvidándonos para siempre de otras). Algo que, lógicamente, no escapa al ámbito de la alimentación, que es el que nos ocupa en nuestra sección de Cocina. Por eso hoy hemos querido, con la ayuda de ‘Healthia Certification’ (sello internacional que identifica los hoteles que ofrecen una alimentación saludable), reunir una serie de consejos en este sentido. Aplicarlos a nuestro día a día no sólo nos ayudará a preservar el planeta (algo de vital importancia: se estima que en 2050 en la Tierra habitarán más de 9.000 millones de personas, un enorme desafío que requiere la colaboración de todos si no queremos que el medio ambiente se ‘indigeste’), sino que se trata también de pautas ‘amigas’ de nuestra salud y, en muchas ocasiones, de nuestro paladar.

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1. Sigue una dieta sana. Llevar una alimentación saludable en tu día a día es una manera eficaz de cuidar el medio ambiente. Un reciente estudio de la Universidad de Santa Bárbara en California (EE.UU.) ha cuantificado los beneficios de disminuir la cantidad de carne roja y duplicar el consumo de fruta y verdura. A través de modelos matemáticos, los investigadores han medido el impacto que este cambio de dieta tendría para la salud y el medio ambiente. Los datos son elocuentes: una alimentación saludable, reduce entre un 20% y un 40% la posibilidad de sufrir infarto de miocardio, cáncer colorrectal y diabetes de tipo 2, y rebaja hasta en un 17% la emisión de gases de efecto invernadero.

2. Piensa global, come local. Con independencia de que estés en la ciudad en la que resides o en otra distinta, decántate siempre por alimentos locales de temporada, todavía más si proceden de variedades tradicionales. Si hablamos de frutas y verduras, es más probable que estén en su punto óptimo de maduración, mientras que si se trata de animales (pescado y marisco, sobre todo) contribuirás a respetar sus ciclos vitales. A su vez, las variedades autóctonas, pese a ser habitualmente menos productivas para los agricultores, tienen mucho más sabor y contribuyen a preservar la biodiversidad, al no cultivarse en régimen de monocultivo. Asimismo, consumir alimentos del entorno más próximo ayuda a conservar mejor los nutrientes (vitaminas, minerales, antioxidantes, etc.) que si estos mismos alimentos han de viajar en barco o camión y permanecer tiempo almacenados.

3. Más alimentos frescos y menos envasados. Privilegiar el consumo de vegetales (hortalizas, verduras, frutas, legumbres, etc.), es mucho más saludable que recurrir a productos empaquetados, además de contaminar menos. En todo caso, si te decantas por productos procesados, elige, preferiblemente, aquellos que hacen un uso responsable del embalaje. Si tienes dudas sobre la política ambiental de una empresa, consulta el índice de sostenibilidad Dow Jones que mide cuán sostenibles son las empresas más grandes del mundo.

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4. Al restaurante, caminado si es posible. Si vas a comer fuera de casa, un gran idea simpre que sea posible, es acudir al restaurante a pie. Esto cuenta con una ventaja doble: combates el sedentarismo y, además, evitas utilizar vehículos que emplean combustibles fósiles.

5. Cuestiónate el origen de los alimentos. En el mercado hazte preguntas como ¿proceden estos huevos de gallinas criada en libertad?, ¿tiene sentido despreciar una verdura rebosante de vitalidad por tener una forma o aspecto poco ‘estético’?, ¿en qué condiciones ha sido criado este pescado de piscifactoría?...

6. Aprovecha al máximo los productos de la cesta de la compra. Trata de sacar el mayor rendimiento a los alimentos. Por ejemplo, en el caso del pescado, utiliza cada parte, incluyendo espinas y carcasas. Las raspas de boquerón, por ejemplo, espolvoreadas con harina y puestas en remojo con leche, quedan muy crujientes cuando se fríen un par de minutos con aceite de oliva, dando lugar a un aperitivo tan exquisito como sano. Con los vegetales lo mismo: aprovecharlos en su totalidad (desde la raíz hasta las hojas) no solo es aconsejable, ¡si no que es tendencia! Cada vez son más los restaurantes de alta cocina que se suman a ella.

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7. Modera el consumo de carne roja. La demanda mundial de alimentos resultaría más sostenible si todo cuanto se cultivara se destinase al consumo humano. Sin embargo, un 35% de los cereales se utilizan para alimentar al ganado que nos comemos en el Primer Mundo, lo que priva de sustento a millones de personas en África, Asia y otros países del Tercer Mundo. Más allá de su impacto medioambiental, reducir el consumo de carne roja, es también un consejo que numerosos nutricionistas recomiendan para el cuidado de nuestra salud.

8. Sírvete en el plato lo que te vayas a comer… y no desperdicies más que lo absolutamente necesario. Según la FAO, con los alimentos que actualmente tiramos a la basura sería posible alimentar a 300 millones de personas.

9. ‘Donde fueres, haz lo que vieres… también en la mesa’. La protección del patrimonio gastronómico y culinario de un pueblo ayuda a la sostenibilidad alimentaria. En este sentido, si viajas a otro país, una gran idea es apostar por sus recetas locales y tradiciones (además, éstas suelen pertenecer a una época en la que casi no existían los productos procesados).

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10. Atención a las etiquetas. Al igual que conviene mirar la etiqueta de un alimento para conocer su composición nutricional, también el preciso fijarse en lo relativo a la sostenibilidad. No solo en los sellos de certificación (que también) sino en lo relativo al origen de los productos del que hablábamos antes. Y es que, aunque no mienten, las empresas de alimentación a veces juegan a la confusión en sus envases (haciendo pasar por españoles productos como espárragos, limones, alubias, etc, cuando en realidad su procedencia es China, Perú, Argentina, Turquía... de modo que su compra, amén de otras consideraciones, no es precisamente la práctica más sostenible).