Ivana Trump

Se dice Trump y a uno ya se le pone el signo del dólar en la mirada. Se dice Ivana Trump y todos adivinan la ambición checa detrás del nombre de la mujer que logró enamorar al millonario de entre los millonarios. Su historia está llena de esfuerzos, retos y bastante dosis de suerte. De la buena. Salió de la República Checa porque el régimen comunista no había sido inventado para ella, la reina del “glamour”. Su físico poderoso le valió para hacerse un hueco en las pasarelas. Luego, el amor, la reconquistó hacia su terreno. El de ser una diva y vivir por y para ello.
28 Febrero 1949
Zlin, República Checa
Cuando apenas tenía dos años, su padre ya tenía bien claro el futuro de su hija: sería campeona de sky y portaría la bandera de su país con orgullo en cuanta competición deportiva de elite se celebrara en el mundo. Y la pequeña Ivana luchó para alcanzar el objetivo que había determinado su padre. Pronto consiguió incorporarse a las filas del equipo checo de sky. Su padre y ella tenían la vista fija en una fecha clave: los Juegos Olímpicos de 1972. Allí la joven Ivana debía deslumbrar con luz propia. Sin embargo, el seleccionador no jugó a su favor y nada se pudo hacer…
De todas maneras, Ivana Trump ya había dado un nuevo giro en su vida cuando, tras titularse como profesora de Educación Física, en la Universidad Carlos, de Praga, decidió probar suerte en otra parte del globo y se aventuró a conocer Canadá. Y fue en Norteamérica donde conocería a su primer esposo, el también esquiador Alfred Winklmayr, de origen austriaco, con quien contraería matrimonio en 1971.
El matrimonio
En Montreal, Ivana dejó de lado el deporte de elite para probar suerte en las pasarelas. Y suerte la tuvo. Una suerte que le permitió relacionarse con lo más florido de la sociedad canadiense y del vecino Estados Unidos. No pasaron más de cinco años por estas tierras cuando un hombre fijó sus ojos en esta dama checa de físico contundente e ideas muy claras. Se trataba del multimillonario Donald Trump, un hombre a la espera de quien le ayudara a hacer más dinero con su jugosa fortuna, heredada de su padre, y que algunos calculaban en la nada desdeñosa cifra de veinte millones de dólares.
Desde su primer encuentro hasta el enlace apenas pasaron nueve meses. De su matrimonio nacieron tres hijos: Donald Jr, Ivanka (la polémica Ivanka que sigue paso a paso la estela de su madre), y Eric. Durante años, la pareja logró hacer grandes negocios gracias a la sagacidad de él y a las innegables dotes como relaciones públicas de ella. Sin embargo, aquella unión acabó tras una presunta infidelidad de Donald Trump que le costó muy cara. Al parecer, Marla Maples, una aspirante a actriz, confesó a la propia Ivana que había vivido una aventura con su esposo Donald. A los dos meses de aquella confesión en Aspen (Colorado), Ivana ya había tomado las riendas de la separación, así como las condiciones del divorcio por el “trato cruel e inhumano” que Donald Trump le había infringido. Hablando en cifras: el magnate tuvo que pagar a su esposa veinticinco millones de dólares, de los cuales se le exigieron diez en efectivo.
Debido al divorcio, Ivana Trump pasó a ser considerada el paradigma de mujer abandonada que se reconstruye a sí misma… y a su imperio financiero: la moda, los consultorios sentimentales, incluso la literatura (dos novelas saltaron al mundo editorial con su firma) dieron rienda suelta a la ambición de Ivana. Y el corazón… el corazón lo reconstruyó con la ayuda de dos italianos que le hicieron olvidar la infidelidad de su esposo. Primero con Ricardo Mazzucchelli, relación que apenas duró veintidós meses; y más tarde con Roffredo Gaetania di Laurenzana dell’Aquila d’Aragona Lovatelli, un largo nombre para uno de los magnates de Ferrari, a quien conoció en el romántico y glamouroso Baile de la Cruz Roja, de Mónaco.