Hace diez años fueron robados de un museo, en Minnesotta, un par de zapatos de rubíes que la actriz Judy Garland uso durante la grabación de la película El Mago de Oz (1939); todo parecía haber quedado en el olvido hasta el sábado pasado cuando un aficionado anónimo de la cinta decidió que no pararía hasta encontrarlos, tal es su pasión que ha ofrecido un millón de dólares de recompensa por información de calidad que ayude a recuperar las lindas zapatillas.

Estos tacones de la discordia fueron uno de los cuatro pares que uso la actriz en la película de Victor Fleming y que estuvieron en exhibición en un museo dedicado a la estrella de Hollywood; ahora, un hombre en Arizona se dio a la tarea de contactar al director ejecutivo del museo para que aprobara la minuciosa búsqueda. Ante la gran cantidad de dinero que se ofrece los datos que proporcione quien quiera cobrar esta fortuna deberán ser precisos: el paradero exacto de los zapatos -o información que ayude a la policía a encontrarlos- además del nombre de la persona o personas que robaron los zapatos hace más de 10 años.

Hace tres años Leonardo DiCaprio contribuyó para que la Academia de las Artes y las Ciencias de Hollywood adquiriera, en una subasta, otro de los pares de zapatos de rubíes con los que Dorothy daba brincos por el camino de baldosas amarillas.

Después del éxito de la película en 1939 las zapatillas rojas han formado parte de los must en el armario de las mujeres más elegantes y sofisticadas. Al ser un color pasional muchas mujeres se sienten atraídas por poseer, al menos, un par de stilettos que las saca de cualquier apuro.

Tanto ha sido su éxito que el diseñador Christian Louboutin decidió ponerle su toque personal a sus creaciones, así, desde 1991 el francés coloca una suela roja a todas las zapatillas que diseña. En una entrevista con el sitio Net a Porter confesó cómo adquirió esta gran idea: “Noté que al zapato que yo ilustraba en el papel le faltaba alma, no me transmitía lo mismo que mi referencia artística. Por aquel entonces yo tenía una asistenta bastante inútil que se pasaba las horas muertas pintándose las unas, me acerque a ella y sin pensarlo le arrebaté su esmalte rojo y dibujé con él las suelas de mis zapatos… El resto es historia”.

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