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Una guía de Valencia para no perderte nada un fin de semana

No hace falta esperar a que sus calles ardan en Fallas para darse una vuelta por Valencia, porque la capital levantina siempre tiene un museo, un monumento o un barrio por descubrir, pero también nuevas propuestas para, sin olvidarse de sus raíces, destapar la esencia de esta ciudad cien por cien mediterránea.

by SILVIA ROBA

VIERNES TARDE
Existen muchas formas de aproximarse a Valencia pero todas ellas pasan cerca del mar. Asomarse a él es el primer ritual que hay que cumplir siempre, nada más poner un pie en la capital levantina. Aunque no sea tan romántico como pudiera parecer, subirse al tranvía que va hasta la playa de la Malvarrosa es la mejor opción para ese primer contacto con esta ciudad que cada día se abraza con más fuerza al mar. Sale de la estación de Pont de Fusta, frente a las Torres de Serrano, y acerca hasta el paseo marítimo, hasta casi la misma arena, el lugar preferido de la burguesía valenciana de antaño, que elegía para su descanso el balneario de las Arenas, hoy reconvertido en hotel. Disfrutar de alguno de los tratamientos de su spa puede ser el preludio perfecto para una cena formal en cualquiera de sus restaurantes o una informal en alguna de las viejas tabernas que dan color y sabor al Cabanyal, el barrio de pescadores. Ahí abre sus puertas Casa Montaña (emilianobodega.com), en la que resulta un placer dejarse asesorar en la elección del vino que mejor acompañe a los clásicos michirones -habas- o a una ración de croquetas de bacalao con piñones. La anchoas hay que tomarlas en Casa Guillermo (casaguillermo1957.com), una antigua bodega ahora en el renovado puerto deportivo de Valencia, que sufrió una transformación total en 2007 con motivo de la celebración de la America’s Cup.

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En la que pasa por ser la marina más hermosa del Mediterráneo está el edificio principal de aquella competición de vela, Veles e Vents, de líneas horizontales, blanco y minimalista, inspirado en la fuerza de los vientos y obra del inglés David Chipperfield y el español Fermín Vázquez. Al caer la noche, su silueta iluminada se refleja en el agua y cobra un protagonismo especial. Hay que mirarlo detenidamente por fuera y después, si se es moderno de corazón, sumergirse en su interior para alternar en sus restaurantes y bares: La Marítima y Malabar.

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SÁBADO
Por muchas veces que se haya estado en Valencia resulta imposible negarse al encanto que encierra el casco antiguo de la ciudad, esa Ciutat Vella que se reinventa cada día. Un buen chocolate con churros o con buñuelos en la histórica horchatería Santa Catalina –la horchata y los fartons, se pueden dejar para la tarde- servirá de aliciente para visitar o revisitar con gusto la coqueta plaza Redonda, con sus puestos de hilaturas y bordados, y las tres grandes joyas del centro: la Lonja –gótico en estado puro–, el modernista Mercado Central, y, por supuesto, el Miguelete y la Catedral, que vive una segunda juventud, tras los arduos trabajos de recuperación de los frescos renacentistas de su Capilla Mayor, ocultos desde que en 1674 se produjo la reforma barroca del presbiterio. Escondidos también estaban los primitivos restos arqueológicos de Valencia, algunos de los cuales –unas termas, por ejemplo– ahora se pueden ver bajo una lámina de cristal cubierta de agua a espaldas del templo. Forma parte del Centro Arqueológico de l’Almoina, en un edificio anexo, que permiten viajar por la historia a través del túnel del tiempo.

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Los que se conozcan de memoria la zona con más solera de Valencia quizás prefieran no perderse alguna de las exposiciones para pensar del MUVIM –Museo Valenciano de la Ilustración y la Modernidad-, las del Almudín –un antiguo granero del siglo XIV– o las del siempre sorprendente IVAM, uno de los centros de arte contemporáneo más interesantes de Europa donde detenerse además un rato en su terraza. También se puede caminar solo un poco para conocer el Centro Cultural La Beneficencia. Si ya es la hora de comer, buena opción es Blanqueries (restauranteblanqueries.com), de cocina mediterránea de calidad, fresca y ligera a buen precio.

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Estamos ya en el barrio del Carmen, así que habrá que sopesar la idea de volver al hotel y descansar o tomar un café en el Lisboa (cafelisboavlc.com) o en El Negrito, en la plaza del mismo nombre, y perderse después por sus calles estrechas, de sinuosas curvas, que recuerdan su pasado árabe, cuando las avenidas principales nacían de la muralla y atravesaban el centro urbano. Es el barrio nocturno por excelencia, sí, pero también hay comercios de autor, con un toque chic y bohemio. Quien quiera hacer compras también puede desplazarse hasta el área de influencia del Mercado de Colón, en L’Eixample, en torno al cual se extiende un área comercial de primer nivel. Álex Vidal tiene local propio en la calle Sorní, o Custo Barcelona en la calle de Jorge Juan, en la que los viejos ultramarinos han dado paso a tiendas a la última de mobiliario y complementos.

Un buen sitio para cenar es el Mercatbar (mercatbar.es) de Quique Dacosta, con las mejores conservas, ensaladas y arroces para compartir. El célebre chef tiene otro restaurante justo en la plaza del Ayuntamiento, el Vuelve Carolina (vuelvecarolina.com), especializado en ‘tapas con toque’. Si se elige cualquiera de los dos primeros se impone prolongar la noche en Las Ánimas (lasanimas.es), en la calle de Pizarro, a ritmo de jazz y cócteles. Si se elige el último, en cualquiera de los bares y pubs del barrio del Carmen.

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DOMINGO
Quizás solo se disponga de medio día para rematar esta escapada a Valencia. Así que hay que decidir rápido: quienes viajen con niños lo pasarán en grande en ese zoológico de última generación que es el Bioparc, junto al parque de la Cabecera, o, cómo no, en el Oceanogràfic, dentro de ese gran complejo de ocio y cultura que es la Ciudad de las Artes y las Ciencias, en uno de los extremos del antiguo cauce del río Turia. El domingo es el mejor día para dar una vuelta por aquí, bajo el Umbracle o por los estanques entre los que se levantan sus blancos edificios, salidos de la imaginación del arquitecto valenciano Santiago Calatrava. Si nunca antes se ha estado aquí es obligado visitar no solo el gran acuario sino también el Museo de las Ciencias Príncipe Felipe, en el que está prohibido no tocar, y L’Hemisfèric, para ver alguna película en 3D. Dos colosos más completan tan particular lugar: el modernísimo y espigado Ágora, para congresos y eventos deportivos, y el Palau de les Arts, un espacio para la ópera y la danza. Si queda algo de tiempo, ahí va una última propuesta, especial para repetidores en la ciudad: salir de Valencia y acercarse a La Albufera, a unos diez kilómetros por la carretera de El Saler, y disfrutar, entre barracas, de este privilegiado parque natural, donde siempre es posible encontrar restaurantes en los que degustar un arroz elaborado como manda la tradición antes de volver a casa.

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GUÍA PRÁCTICA

CÓMO MOVERSE
Lo mejor es olvidarse del coche y recurrir el transporte público. Lo más recomendable es hacerse con la tarjeta T1 -de venta en quioscos y estancos-, que permite un número ilimitado de viajes en autobús, metro o tranvía para uno. Además de viajes ilimitados, la Valencia Card (valenciatouristcard.com), ofrece descuentos en museos, tiendas y restaurantes. La de 48 horas cuesta 18 €.

DÓNDE DORMIR
Los amantes del diseño tienen dónde elegir: la Suite Real del The Westin Valencia (westinvalencia.com) ha sido decorada por Francis Montesinos y la fachada del Silken Puerta de Valencia (hoteles-silken.com) por Javier Mariscal. Clásico y con estilo es el Hotel Hospes Palau de la Mar (hospes.com), en un palacete del siglo XIX. Desde el spa del Hotel Barceló Valencia (barcelo.com), en la azotea, se contempla una estupenda panorámica de la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Junto al Museo Nacional de Cerámica, el Hotel Petit Palace Bristol (petitpalacebristolhotel.com) ofrece una excelente relación calidad-precio, en un ambiente muy cosmopolita.

DÓNDE COMER
Quienes quieran vivir una experiencia diferente, pueden reservar mesa en el restaurante Submarino (cac.es), en el interior del Oceanogràfic. En la carta, arroz de langosta y fideuà de marisco. Las mejores vistas de la Ciudad de las Artes y las Ciencias las tiene el restaurante Vertical (restaurantevertical.com), en la novena planta del Hotel Confortel. Una estrella Michelin ostenta el Riff (restaurante-riff.com), El Poblet (elpobletrestaurante.com) y Ricard Camarena (ricardcamarena.com). Para pasar un buen rato, La Lola (lalolarestaurante.com), en el barrio del Carmen.

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