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Escapada de Navidad a Viena

No hay nada como viajar a Viena en invierno y saborear ese pasado de carruajes y palacios dorados, de cafés lujosos y confortables que renacen esplendorosos en un paisaje navideño frío y nevado. Tres días son suficientes para vivir intensamente la ciudad europea más imperial y romántica.

by hola.com

CITA EN PALACIO CON SISSI
Viena
es una ciudad cómoda y muy bien trazada. Todo sucede dentro del Ringstrasse, el bulevar que, en el siglo XIX, sustituyó a las antiguas murallas, un anillo de circunvalación que rodea el centro histórico (Innere Stadt). No hay más que mirar al cielo para orientarse y descubrir enseguida la aguja gótica de la iglesia de San Esteban (Stephansdom) que mide 137 metros. Entrar es obligado, no solo por contemplar el maravilloso púlpito gótico del siglo XVI, sino, sobre todo, por subir al mirador de la aguja (steffi) y desde ahí admirar su bellísimo tejado de 250.000 azulejos y el dédalo de calles que luego recorreremos.

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Todavía da tiempo a patear por este laberinto lleno de tiendas y edificios imponentes. Antes de comer, nos acercamos a Hofburg (hofburg-wien.at), el palacio imperial más grande de la ciudad para visitar los apartamentos imperiales y las habitaciones de la romántica Sissi Emperatriz.

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En Viena se come a la europea, a partir de las doce del mediodía, pero, como excelente capital turística que es, los restaurantes se adaptan a horarios flexibles y es posible almorzar pasada esa hora. Un menú a buen precio y de excelente calidad es el que se puede degustar en Heuer am Karlplatz (Treitlstrabe 2). El restaurante acristalado está rodeado de un bonito jardín, tiene un ambiente acogedor y funcional al mismo tiempo, con sillas thonet y bancos de cuero. Justo al lado está un monumento imprescindible, La Secesión, (Friedrichstrabe 12) donde se encuentra el friso de Gustav Klimt, que se refiere a la interpretación de Richard Wagner de la IX sinfonía de Beethoveny representa la búsqueda de la felicidad por la humanidad; lo cierto es que se visita en un pispás, es una única sala y merece mucho la pena.

DE COMPRAS
Callejear significa también entrar en las tiendas y comprar algún recuerdo que nos permita luego decir, “lo compré en Viena” y evocar así el viaje. Esta ciudad es el paraíso de las compras. Las grandes marcas del lujo están representadas, pero también la artesanía de altísima calidad que allí se produce. En diseño y en moda, hay que destacar, por ejemplo, los maravillosos zapatos de cuero de hombre a medida, en Rudolf Scheer&Shone (Bräunerstrasse 4) y la porcelana de alta calidad con reproducciones de época, como la que se puede encontrar en Gmundner Keramik (Stadiongasse 7). Una de las calles más atractivas para el shopping es Herrengasse, donde se dan cita tiendas encantadoras con dulces y golosinas artesanales que reproducen las que se hacían siglos atrás.

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A LA ÓPERA
Hay dos óperas en Viena, la grandiosa del Estado, con su imponente arquitectura, y la de la ciudad, Theater an der Wien (Linke Wienzeile 6), donde es mucho más fácil adquirir entradas y asistir a espectáculos inolvidables.

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NAVIDAD DE MERCADILLO EN MERCADILLO
A mitad de noviembre, las plazas se cubren de encantadores mercadillos de Navidad, (Christkindlmärke) tan coquetos como el que se coloca delante del Ayuntamiento, se le conoce como Ensueño de Navidad. En él se pueden encontrar gran variedad de objetos bonitos y originales, desde figurillas para el belén a bolas decoradas para el árbol, velas de cera de abeja, detalles para la mesa y un sinfín de elementos tradicionales, como, por ejemplo, la figurita de San Nicolás, Nikolo, que se celebra el seis de diciembre y marca el comienzo de la Navidad.

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Hay más de ventidós mercadillos que salpican el centro de la ciudad, así que en cada plaza, al doblar la calle o levantar la vista, sorprende un mercadillo nuevo iluminado, como si estuviéramos en un pueblecito de cuento. A media tarde apetece ya pisar moqueta, tan mullida y lujosa como, por ejemplo, la del café de uno de los hoteles más emblemáticos de la ciudad, el fastuoso Sacher (Philharmoniker Str. 4), donde podemos degustar la deliciosa tarta de chocolate, Sachertorte, inventada en 1832 por Franz Sacher

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LA MÁGICA BOLA DE NIEVE
Es quizás el recuerdo más auténtico de Viena, porque nos lleva a ese pasado imperial y romántico. Esta bola mágica la inventó en 1900 el ferretero austriaco Erwin Perzy. El objeto en realidad comenzó como un juguete antes de convertirse en una pieza emblemática. En una esfera de cristal, Perzy introdujo una pequeña maqueta de una iglesia y luego la llenó con agua y arroz, de tal manera que al moverla daba la sensación de que nevaba. Le gustó tanto al Emperador Francisco José que se decidió  comercializarla. Hay una gran variedad de bolas con objetos o monumentos representativos de Viena: Sissi, la noria de Prater, la catedral o el Ayuntamiento. Se pueden comprar en cualquier mercadillo, cuestan alrededor de 15 €, pero merece la pena visitar y adquirirla en la tienda museo de la familia de Perzy, Erwin Perzy III (Schumanngasse 87).

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UN PASEO ROMÁNTICO Y UN ALMUERZO IMPRESCINDIBLE
Callejear, trotar y patear es práctica obligada en todo viaje. Y si estamos en Viena, y en Navidad, no hay otra. Por esa razón, se hace imprescindible descansar luego en una habitación cómoda y confortable donde reponer fuerzas. Nuestra sugerencia es un hotel de reciente remodelación, el Grand Ferdinand (grandferdinand.com), que está muy céntrico, en el Ring. Las habitaciones son confortables, de diseño contemporáneo, en blanco y negro. El desayuno se sirve en la última planta, con vistas a los encantadores tejados vieneses.

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Dedicar las mañanas a la Viena Imperial es perfecto, porque permite visitar impresionantes jardines. El Belvedere, residencia de verano del príncipe Eugenio de Saboya, está a tiro de piedra del hotel. Lo ideal es comenzar por el Belvedere pequeño y subir luego, atravesando el jardín, al otro Belvedere,donde se encuentra el famoso cuadro, El Beso, de Gustav Klimt.

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De ahí, paseando, a degustar un plato emblemático de la cocina austriaca, el famosísimo Wiener Schnitzel, el escalope vienés. En el restaurante Plachutta Gasthaus zur Oper (Walfischgasse 5-7) lo hacen delicioso, es una de sus especialidades, aunque los que prefieran la carne sin empanar, pueden elegir el Tafelspitz, otro plato tradicional que encanta a los vieneses.

UNA TARDE CON ARTE
Por la tarde, un plan que combina el arte con la modernidad y la tradición. En el barrio de los museos, Museums Quartier (Museumsplatz 1), el ambiente artístico se respira por todas partes. Después de pasear por el Museo Leopold (leopoldmuseum.org), más que nada por contemplar los impresionantes lienzos de Egon Schiele, o, los más modernos, visitar enfrente el Museo de Arte Moderno, el Mumok (mumok.at), con una estupenda tienda llena de regalos curiosos, hay que perderse por las callejuelas de detrás de los museos y recalar, ya a la noche, en las carpas donde se sirven copas y deliciosos ponches. 

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