San Galo, la deliciosa ciudad suiza de los libros

Con el buen tiempo, su encantador casco urbano se enmarca en un perfecto cuadro de prados verdes y cielos luminosos, recortados por las cumbres de los Alpes. A sus coloridas calles, su imponente biblioteca y su rica herencia se suma el aliciente de asomarse a esta zona de la Suiza oriental, entre el lago de Constanza y la región de Appenzeller. ¿Reservas un fin de semana en la agenda?

by hola.com

UN PRIMER VISTAZO PARA ABRIR BOCA
Nada mejor para comenzar el fin de semana que contemplar esta ciudad de Suiza desde uno de sus 111 miradores, construidos entre 1650 y 1720. El mirador de los camellos, el de los pelícanos, el de los cisnes..., nombres tan románticos como las panorámicas que desde ellos se contempla.

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Desde aquí se intuye el agradable casco antiguo peatonal, que seguro querrás recorrer para curiosear por las casas burguesas de los siglos XVI al XVIII, con sus saledizos de colores, y tomar algo en alguno de sus Erststock-Beizli, tabernas tradicionales ubicadas en casas centenarias donde probar una comida rústica con una copa de vino del valle del Rin. Pöschtli es uno de los más recomendables, ubicado en las antiguas oficinas de correos de la ciudad.

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Son también una verdadera tentación las coquetas tienditas, como la boutique Mode-Weber, o Martel, donde comprar champagne, las muchas tiendas de bordados o los dulces de la pastelería Roggwiller. Y para rematar la jornada, ¿qué tal probar suerte en el casino o una función en el teatro de San Galo? Cualquiera de las dos opciones es una apuesta segura.

ENTRE LIBROS, CHOCOLATE Y TELAS
Hay que tomarse una mañana para visitar la joya de San Galo, su abadía, Patrimonio de la Unesco y una de las principales de la Orden benedictina en Europa, fundada en el año 613 por un monje irlandés que proporcionó el nombre a la ciudad. La biblioteca, con 170.000 documentos, algunos de hace mil años, es imprescindible. Para conocer sus secretos, como por ejemplo por qué se hace llamar la farmacia del alma, lo mejor es contratar una visitia guiada por el distrito del convento.

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Después, un aperitivo o una comida en el Lokal, antiguo depósito de locomotoras convertido en centro cultural y de ocio, anima a cualquiera a seguir recorriendo la ciudad suiza. ¿Y qué mejor que admirar una tricotosa manual o bordados con que muestran 800 años de historia para continuar la jornada? El Museo Textil reúne una magnífica colección de los siglos XIV al XX. Las telas son tan deliciosas como las maravillas que salen de Schoggiland, fábrica de chocolate Maestrani en Flawil que se puede (y se recomienda) visitar. Y si no, las especialidades Minörli y Munzli se despachan en numerosas tiendas de la ciudad. Y quien quiera seguir descubriendo la gastronomía de San Galo, en la calle Schmiedgasse venden las tradicionales salchichas a la barbacoa en la carnicería Gemperli.

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ARTE EN EL ALMACÉN Y AL AIRE LIBRE
La propuesta de arte contemporáneo de San Galo es bien nutrida. La sala Kunst Halle no se considera un museo, sino un lugar de experimentos para el arte. El barrio de Bleicheli se ha convertido en el mayor salón al aire libre de Suiza, con obras de Arp, Miró o Giacometti y fuentes y construcciones del arquitecto Calatrava.

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También al aire libre, la naturaleza crea su propia obra artítstica con las vistas de los Alpes desde Säntis, un mirador a más de 2.500 metros de altura al que se accede en teleférico desde Schwägalp. Una vista tan conmovedora como el recorrido en barco por el lago Constanza en la bahía de Rorschach, con garzas y cisnes adornando un delicioso paseo que concluye en la pequeña ciudad de Rheineck.

PARA DORMIR
Para alojarse, el histórico Militärkantine (militaerkantine.ch), construido a principios del siglo XX para oficiales, con un fantástico jardín de castaños, decoración vintage y un buen restaurante.

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LOS CONSEJOS DE... Frank y Patrik Riklin, artistas conceptuales, enamorados de esta ciudad en plena naturaleza, recomiendan echar un vistazo al Bignik Tuch Projekt, instalación que idearon y que consiste en la creación de una gigantesca manta de picnic para toda la población, a base de 252.144 paños, exactamente el número de habitantes de la región. También relajarse en el parque St. Leonhardspark, ubicado en el triángulo cultural, donde la gente juega a la petanca y charla bajo los tilos. Y para tomar un café, el antiguo puesto de policía en la vieja oficina de correos del barrio Linsebühl, de finales del siglo XIX, no solo es una cafetería, sino una institución.

MÁS INFORMACIÓN
Para conocer otras ciudades suizas de la mano de algunos de sus mejores embajadores, Suiza Turismo

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